Irene Fernández (Santurce, 1981) es arquitecta, música e integrante del grupo Createctura, dedicado a la innovación pedagógica a través del diseño de espacios y la integración artística. Createctura es responsable de la instalación Up! Paisatge lúdic, montada en el Col·legi Oficial d'Arquitectes de les Illes Balears y que se inaugura este jueves en el marco del PAula Educación 2019, que, en su segunda edición en Baleares, arranca en Es Baluard.
¿En qué consiste ‘Up! Paisatge lúdic'?
— Es una instalación que reivindica el juego en la infancia y a cualquier edad. Es un escenario donde los niños deciden los juegos, con elementos pensados para que interactúen y ellos mismos transformen el espacio.
¿Cuáles son esos elementos?
— Hay unos globos, unas bolsas verticales con confeti en su interior cuyo peso sujeta los globos y papel-confeti en el suelo. A partir de estos elementos, hay múltiples configuraciones de juegos, tanto individuales como cooperativos. Además, las sesiones de juegos van cambiando a medida que pasa el tiempo. Durante los juegos hay música.
¿Se dan instrucciones a los niños?
— Cuidar el material para que ellos y otros niños puedan jugar, cuidar el espacio dándole un carácter mágico y que no corran ni griten.
¿Esta instalación es para este espacio o puede servir para otros?
— En esta instalación nos hemos adaptado al espacio, la luz y la altura de la sala. La luz de Mallorca entra por las ventanas y se refleja en los globos. Es nuestra propuesta para este espacio, pero puede servir para otros.
¿En qué tipo de espacios interviene Createctura?
— De todo tipo. Trabajamos mucho en centros educativos, pero también en museos, teatros o en espacios públicos en el exterior. Por ejemplo, en los próximos días vamos a transformar cinco aulas de un instituto de València y darles configuraciones diferentes, con un diseño específico para cada una de ellas.
Está claro que su trabajo no es meramente decorativo.
— No, no nos dedicamos a poner colorines y animalitos. Ése es un imaginario infantil que no significa necesariamente que a los niños les guste. Hay sobrecargas visuales que no aportan nada.
¿Qué hacemos con el aula convencional?
— Cuestionar lo que damos por hecho. Las mesas y las sillas ocupan más del 50 % del espacio del aula. Los alumnos están en su mesa y en su silla todo el tiempo, todo el curso. El cambio físico de todo ello es muy fácil, pero falta el cambio pedagógico y de mentalidad, que abre muchas posibilidades. La idea de que los alumnos estén siempre en una misma aula, en su mesa y en su silla todo el tiempo, responde al objetivo de una época, a una ideología. Curiosamente, a los niños más pequeños se les da cierta libertad de movimientos y a medida que crecen se les limita no sólo el movimiento, sino la emoción, la imaginación y la curiosidad.
¿Y está cambiando la mentalidad?
— Hay centros que están derribando muros, dando lugar a macroaulas donde las posibilidades pedagógicas son mucho mayores. Incluso los pasillos se pueden aprovechar y no ser simplemente un lugar de paso.
Los nuevos colegios e institutos parecen del mismo molde y con los espacios convencionales de siempre. Sólo hay variaciones en función de la parcela donde se ubican.
— Sí, son centros decimonónicos con la construcción y los materiales de hoy. Los espacios de los nuevos centros deberían ser flexibles, modulares, con tabiques móviles y ámbitos comunitarios. Se trataría de cambiar las leyes que regulan la adjudicación de estas construcciones. Los arquitectos tenemos la capacidad para nuevos diseños, pero los pliegos de condiciones son los que son y, en la mayoría de los casos, no hay comunicación entre arquitectos y docentes. Estoy segura de que esta situación va a cambiar, desde el ámbito arquitectónico y desde el docente.