Sonia Valenzuela ha sido en los últimos años uno de los personajes más perseguidos por los medios de comunicación nacionales. Su historia, hecha pública de manera ostentosa, que la relacionaba con el obispo Xavier Salinas de Mallorca, provocó un gran escándalo social. La separación de su marido, Mariano de España, el abandono de la que había sido su casa, la mítica posesión de Pastoritx, y una avalancha de revelaciones: mentiras, algunas verdades y medias verdades, se cierran con esta entrevista en exclusiva para Ultima Hora.
¿Por qué nos da esta entrevista tras tantos años de silencio?
— Para poner punto final a todo lo ocurrido en los últimos tres años y medio. El otro día, cuando leí en Ultima Hora el artículo que hablaba sobre mi perdón dado a Mariano, fui la primera sorprendida. Entiendo que los periodistas hacen su trabajo, que en los juzgados haya buenos profesionales a la búsqueda de la noticia, pero si no he hablado en todo este tiempo, quizás sea hoy el momento de hacerlo.
¿Cómo ha sobrellevado estos años?
— Como he podido, gracias a Dios, a mis hijos, que siempre han estado a mi lado, y a buenos amigos que me han dado el apoyo que necesitaba en cada momento. La fe y la oración me han ayudado mucho a ir hacia adelante. Sempre endevant! como decía San Junípero Serra.
La fe fue la causante del problema que usted ha vivido. ¿Cómo se enfrenta uno al tsunami que supuso que la relacionaran con el entonces obispo de Mallorca?
— No, no fue la fe, fueron las actuaciones de determinadas personas, que nada tienen que ver con la fe, ni con la Iglesia. Soy una persona que cuido mucho mi intimidad y la de los míos y cuando uno se ve expuesto en una batalla tan difícil, en mi caso, lo que he hecho ha sido seguir adelante y confiar en Dios, fuente de toda paz.
¿Usted ya está en paz? ¿Cómo le ha llegado esa paz?
— Como he comentado antes, ¡confiando! En todo el trayecto de estos años no he perdido nunca la paz. Cuando se publicaba una noticia en prensa sentía mucho dolor, un dolor infinito e indescriptible. Me pueden haber quitado el sueño, pero he seguido adelante con mis estudios del doctorado, con las clases que imparto en la Universidad y, sobre todo, con el apoyo de mi familia y amigos. No he dejado que mi día a día se frenara. He aguantado carros y carretas, pero ahora, ¡ya he perdonado! Es lo más importante.
Háblenos del perdón. ¿Por qué ha perdonado?
— Porque creo y confío. La oración te lleva al perdón. Lo primero que hago por las mañanas es rezar laudes. Esta mañana, por cierto, meditaba el salmo 84, que dice: «La justicia y la paz se besan». Es cierto que hay que aplicar justicia, pero cuando uno decide saltar por encima de ella, el perdón te ennoblece y libera. No es nada fácil, es un don no sentir odio ni rencor.
¿De verdad ha pasado página, como dice? ¿Cómo se enfrenta al futuro?
— Absolutamente, perdono a todos, porque al final de la vida, lo único que nos vamos a llevar es el amor, nada más. Me enfrento a un futuro renovador, y lleno de fuerza, ¡con ganas de seguir caminando! Estoy en plena tesis doctoral investigando a fray Junípero Serra. En unos meses iré a la Universidad de Santa Clara, en California, y a la misión de Santa Bárbara, donde está todo el archivo. Para eso, me estoy preparando, enfocada en el futuro y sin mirar atrás, con clases de inglés de manera intensiva, durante cuatro horas diarias, para mejorar mi base, y que mi investigación pueda ser más fructífera. Esta marcha hacia adelante, en la que me encuentro, te hace más fuerte.
¿Quién la ha ayudado de verdad, puede revelarlo?
— Mis hijos no me dejan ni a sol ni a sombra, mi familia e incluso mi familia política, todos se han portado conmigo de maravilla. Los hermanos De España merecen unas gracias enorme por lo bien que se han portado conmigo durante todo este tiempo, les estoy infinitamente agradecida. Esa fuerza me ha ayudado a seguir con mi vida, a que no todo se rompiera, y sé que seguirán apoyándome siempre.
¿Ha acabado el máster en Teología que comenzó siendo secretaría del obispado de Mallorca?
— Sí, lo terminé en el 2016, y con buenos resultados. Es lo que estaba haciendo cuando se desató la tormenta, pero seguí investigando. Que lo hiciera cuando trabajaba en el Obispado, porque están allí todos los libros de Teología, me obligaba a salir un poco más tarde de mi trabajo, a las ocho o nueve de la noche, lo que, para algunos, al parecer, ha sido un poco chocante, pero en mi casa todos sabían dónde estaba, y qué estaba haciendo. Mis hijos venían a buscarme muchos días. En la UIB, lo he hecho millones de veces, siempre suelo cerrar las bibliotecas y no pasa nada, nadie se escandaliza. En fin, visto lo visto, está claro que no basta con ser bueno, también hay que parecerlo.
De todo se aprende. ¿Qué ha aprendido después de lo vivido en los últimos años?
— He aprendido a confiar más en Dios y a poner en práctica el Evangelio. He aprendido que guardar rencor no te hace fuerte, te hace amargado, perdonar no te hace débil, al contrario, te hace libre. He aprendido que hay que hacer todo lo que uno lleva dentro, pero sin dar pie al otro a pensar lo que no es. He aprendido a no ser tan ingenua como era. He aprendido que en ocasiones las apariencias son engañosas. Para mí, todo esto que ha ocurrido ha sido una gran lección de humildad. Estaban hablando de mí en todas partes y yo me obligaba a estar en mi sitio, callar, no entrar en el juego mediático. Pero quiero que se sepa que el medio que sacó esta noticia nunca jamás se dignó a llamarme para contrastar al menos la información; eran otros medios los que me llamaban y recibían la callada por respuesta. Era un tema muy doloroso, es muy doloroso todavía ver que se utilizan fotos fuera de contexto, para ilustrar noticias que son totalmente falsas. No todo vale, hay que pensar en los derechos fundamentales del ser humano que son barreras en la información, sobre todo, cuando lo que se cuenta puede destrozar una vida, varias vidas y una familia.
De usted han dicho que tenía una relación impropia… ¡Con el obispo!
— Así es, pero pienso que, si yo hubiese sido hombre, probablemente nada hubiera pasado por estudiar un máster de Teología en una biblioteca específica a esta investigación, pero la realidad fue otra muy distinta. No se puede negar que existe una brecha de igualdad de género en este sentido. Visto desde esta perspectiva, es comprensible que para algunos pudiera resultar impropio. Y en parte tienen razón, porque, como ya he dicho, no basta ser bueno, si no parecerlo. Lo importante en todo caso es que los resultados académicos fueron muy buenos frutos a mi constancia y al esfuerzo.
¿Siente que se está reconstruyendo por dentro?
— ¡Sin lugar a dudas! He pasado unos años muy duros. He estado un año entero viviendo en la Universidad en un cuartito y lo que siento es agradecimiento hacia la UIB, que me abrió la puerta cuando no tenía adonde ir. Dejé Pastoritx y me instalé en la Universidad. El cambio era enorme, pero me acogieron con tanto cariño, que me sentía en familia, y arropada, no necesitaba nada más. Bueno, sí, mi ropa, que estaba toda empaquetada en Pastoritx, y no tenía mucha posibilidad de elección. Y hasta hoy, en el que he podido perdonar hasta a aquellos que han sobrepasado todos los límites en el ejercicio de su trabajo, que han violado mi privacidad con medios ilícitos. La verdad sale siempre, y ha salido entera, está en los juzgados.
Si hasta se ha hecho una película por televisión…
— Gracias a Dios era un guión en el que no me reconocía en absoluto. Sé que es algo que se tenía que hacer, está bien la película, pero realmente no tiene nada que ver conmigo ni con lo sucedido.
Parece increíble que esté tan bien después de todo lo que ha vivido en lo personal… Muchos pensaron que abandonaría Mallorca para volver a Sevilla.
— Mallorca es mi tierra, mis hijos son de aquí. No me siento para nada forastera; es más, he estudiado catalán para poder llegar a más personas. Y esto no crea en mí ningún conflicto ideológico, sino todo lo contrario, es un vehículo del que estoy orgullosa. Me he integrado muy bien en Mallorca y si alguien tiene todavía alguna duda, si me voy o si me quedo, mi respuesta es que me quedo aquí. Es mi lugar de residencia desde hace casi treinta años. Me siento feliz, porque veo que han intentado tumbarme, tampoco sé por qué razón, ni conozco los motivos que llevaron a ese ensañamiento contra mí. Puede que sea el morbo, pero me he mantenido en pie. El señorío se lleva por dentro y esto no te lo pueden quitar. Nada de lo ocurrido puede robarte tu identidad: la esencia, el ser, no el parecer… Gracias a Dios puedo decir que he podido rehacer mi vida, construirme una nueva casa, seguir con mis inquietudes, y siempre adelante.
¿La han rechazado socialmente en Mallorca por lo que ha pasado?
— Esa es una idea equivocada. No me he sentido para nada rechazada y los que me conocían sabían que nada de lo que se estaba contando en los medios era verdad. El que me conoce bien sabe que es imposible. Soy muy trabajadora, luchadora y creyente. El mallorquín siempre hace lo que yo llamo ‘efecto ensaimada'. Giran en espiral para llegar a un punto en vez de ir en línea recta, pero en los momentos difíciles, aunque no se dejan ver mucho, siempre están ahí. El mallorquín es discreto, poco combativo y vive en la retaguardia, pero siempre he sentido el cariño de los mallorquines, de todos los que me conocen, y de los que no también. Muchos, cuando me ven, me dan un fuerte abrazo. Mi familia política me trata divinamente; tenemos muchísimo contacto, no me han abandonado tampoco. Nunca olvidaré el aplauso de mis alumnos, todos en pie en la Universidad, cuando más lo necesitaba. Dentro de lo malo, hay cosas maravillosas que suceden y que son un gran aprendizaje.
¿Ha estado o está usted enamorada…?
— Sí, he estado y estoy enamorada de la vida. De Dios que me quiere como soy y me da fuerzas; de mis hijos que siempre están ahí; de mi familia, que ama sin recibir nada a cambio; de mi trabajo, que me enseña a dar lo mejor de mí, y del amigo, que siempre está ahí cuando más lo necesito, me acompañan y me ayudan a ir siempre adelante. Todos estos han sido y son mis amores.