Ya no hay duda sobre quiénes son los propietarios de la silla del líder independentista cubano Antonio Maceo: los ciudadanos de Palma. El cronista municipal, Bartomeu Bestard, ha encontrado el testamento de Fernando Weyler y Santacana, hijo menor del general, en el que lega la silla a Cort. Este testamento es de 1931, año del fallecimiento de Fernando, un año después de su padre.
La silla estaba depositada en la finca de Son Roca, ubicada en Son Ferriol, propiedad de los Weyler. Depués pasó por diversos avatares, desde quedar en el olvido en la propia finca hasta permanecer en depósito en el Consolat de Mar en los últimos años del franquismo, cuando en el Consolat había un pequeño museo marítimo. Después fue trasladada al Museu de Mallorca, donde no fue expuesta.
Finalmente, en los noventa, el teniente coronel Durán consiguió que fuese trasladada al recién creado Museo Histórico Militar de Sant Carles, en cuyo consorcio, además de Defensa, están representadas las principales instituciones insulares. Finalmente, Cort ha pedido la silla a Defensa alegando que es el dueño y la ha conseguido.
¿Deseo del padre?
No se sabe si la donación de la silla de Maceo a Palma fue decisión de Valeriano o de su hijo Fernando. Ambos murieron con apenas un año de diferencia. Fernando, nacido en 1877, era abogado y militar. Llegó a comandante de Caballería y fue ayudante de campo de su padre, al que acompañó a Cuba y Filipinas.
Más tarde fue dos veces diputado por Mallorca por el Partido Liberal y tuvo otros cargos políticos durante la Restauración. Tras la caída de Primo de Rivera volvió a colaborar con el almirante Aznar en los meses previos al advenimiento de la II República. Al haber sido un ayudante de su padre, vivió la historia de la silla, desde la muerte de Maceo por balazos españoles en Punta Brava en 1896 hasta el traslado de la reliquia a Palma.
Ahora, Cort ve «complejo» un acuerdo de los Ministerios de Cultura de Cuba y España para una cesión temporal de la silla a La Habana. Fuentes de Defensa afirman que otra posibilidad sería un intercambio de botín de guerra, pero a Cort no parece interesarle ningún botín en manos cubanas. Cort ha cedido obras temporalmente, como el cuadro del entierro de Ramon Llull, enviado a California. Pero en este caso hay dudas sobre las garantías que pueda dar Cuba sobre el mantenimiento de la silla.
La próxima semana, Cort comenzará las tareas de adecuación de una de las salas de Bellver donde será colocada la silla y el correspondiente panel explicativo de cara a la apertura al público el próximo septiembre.