La Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR) de Es Coll d'en Rabassa, también conocida como Palma II o EDAR II, lleva varias semanas en el punto de mira por los vertidos de aguas mixtas o residuales que están provocando el cierre de algunas playas de Palma, como Can Pere Antoni o Ciutat Jardí.
Desde Emaya son conscientes del problema de la depuradora EDAR II, que se construyó en el 1972 y fue remodelada en el 1985. Esta depuradora se hizo con un diseño pensado para 360.000 habitantes equivalentes, teniendo en cuenta que las empresas también vierten agua y que cada una de ellas cuenta como varias personas.
Víctor Fernández, responsable del departamento de depuración en EMAYA, explica que «hay dos colectores, que recogen el agua de diferentes barrios de Palma y de municipios cercanos, como Esporles, Establiments o Marratxí. Estos colectores funcionan por gravedad, no hay bombas que impulsen el agua, nos llega y no hay nada que podamos hacer para pararla. Luego hay otros dos colectores que sí tienen bombas y traen el agua de la parte oriental y occidental de Palma».
En relación a los dos colectores que llevan el agua por gravedad, Fernández explica que «por ejemplo, Marratxí ha crecido muchísimo desde que se construyó la depuradora, por lo que hay más agua que filtrar. Hace mucho que esta depuradora se ha quedado obsoleta».
En Sant Jordi se encuentra la depuradora más nueva de Ciutat, la Palma I, que se construyó en el 2005 y trata unos 46.000 metros cúbicos de agua por día. Esta EDAR está diseñada para unos 460.000 habitantes equivalentes. Depura el agua que proviene de Platja de Palma y de los barrios cercanos, además de recibir 23.000 metros cúbicos de agua provenientes de Palma II y el lodo sobrante, que se usa para generar biocombustible, energía y así autoabastecerse.
Vertidos
Los vertidos que cierran las playas se producen por dos circunstancias. La primera es porque «cuando llueve, no podemos tratar más agua y damos la orden de que se giren las dos impulsoras de los colectores de la parte oriental y occidental y lo mande al mar, por lo que llega a Can Pere Antoni. No podemos hacer más, sino los decantadores desbordan», explica Fernández.
Si sigue lloviendo, hay una arqueta enfrente de la depuradora, junto al Torrent Gros, que desborda y vierte las aguas residuales al torrente, por lo que se ve afectada la playa de Ciutat Jardí. «No abrimos ninguna compuerta y tiramos agua como puede pensar mucha gente, es que no podemos tratar más agua. Las instrucciones que tienen los técnicos es aguantar al máximo posible». También confiesa que «en invierno se cierra muchas veces cuando llueve, pero nadie se baña y no trasciende».
Cuando el agua llega a la depuradora, sigue un recorrido para depurarse. Las aguas fecales pasan a las piscinas de decantación primaria, donde una parte de la materia orgánica decanta hasta convertirse en lodo –que se envía a la depuradora Palma I–. Después, pasa al proceso biológico, donde unas bacterias específicas depuran el agua de restos orgánicos más reducidos. Fernández asegura que «como esta depuradora se construyó hace muchos años, cumple la normativa en parte, ya que la estructura de la piscina no permite depurar nitrógeno ni fósforo, algo que las bacterias sí hacen en Palma I».
Una vez completada la primera parte, el agua pasa a la decantación secundaria, donde vuelve a filtrarse, y posteriormente pasa por el proceso terciario, que deja el agua ya lista para salir.
La depuradora filtra 30 millones de metros cúbicos al año, la mitad se destina a regadío y la otra mitad se vierte al mar. La idea de Emaya es, según Fernández, potenciar el proceso terciario «para que el agua que se vierta al mar sea de mejor calidad».
En cualquier caso, desde las instituciones saben que la solución pasa por la modernización íntegra de la planta depuradora. Por eso, siguen avanzando las gestiones para remodelar el colector que vierte las aguas en Can Pere Antoni y que los vertidos no contaminen tanto, así como el proyecto de la nueva depuradora.