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Una vida de lucha contra el alcohol

Integrantes de Alcohólicos Anónimos, de espaldas para salvaguarda su identidad. | Joan Torres

| Palma |

«El alcoholismo es la enfermedad del autoengaño», afirmó este viernes Jesús, vocal de información pública de la asociación Alcohólicos Anónimos, en el acto de conmemoración del 83 aniversario de su fundación en España.

Jesús, que al igual que el resto de sus compañeros no muestra su rostro ni da sus apellidos para mantener el anonimato, explicó que en las Islas hay actualmente 19 grupos de esta comunidad de hombres y mujeres que comparten sus mutuas experiencias, fortaleza y esperanza para resolver su problema común y ayudar a otros a recuperarse del alcoholismo, comunidad que en las Islas se puso en marcha en 1970.

«La mejor manera de mantenerse sobrios es ayudando a otras personas que comparten el mismo problema», dijo Jesús.

Vivencias

«Me llamo Diana y llevo 8 años, un mes y un día de sobriedad», afirmó una de las personas que este viernes asistió a la jornada de puertas abiertas para explicar su lucha contra el consumo de alcohol. «Tenía 13 años cuando empecé a beber, el alcohol me quitaba el miedo y los complejos», reconoció Diana.

De los 13 a los 27 años consumió bebidas en grandes cantidades. «Tuve muy buenos empleos, pero llegaba a trabajar borracha y siempre terminaban echándome», añadió. A los 27 años «ya estaba desahuciada», pero «por suerte acompañé a mi pareja de aquel momento» a una reunión de Alcohólicos Anónimos y allí empezó a cambiar su vida, «en la reunión no podía parar de llorar y dije yo creo que tengo esta enfermedad».

Joaquina también sabe muy bien lo que es luchar contra el deseo constante de beber. «Era un madre que dejaba a sus hijos a las 23.00 horas para bajar a comprar alcohol y que escondía las botellas detrás del microondas», afirmó esta mujer que ha conseguido alcanzar la sobriedad.

Miquel también empezó a beber muy joven, con 14 años. «Bebía una copa el fin de semana, después dos días a la semana y a los 26 años ya era mañana, tarde y noche, mi cuerpo tenía cada vez más resistencia al alcohol» y pensaba que «todo el mundo hacía las cosas para desequilibrarme, siempre daba la culpa a los demás», explica compungido.

Pero las borracheras no sólo destruyen a la persona alcohólica, también dañan a sus familias, por eso también existe la asociación AL-ANON (Ayuda par familiares y amigos de alcohólicos). María Juana es una de las integrantes de este grupo de apoyo familiar, «soy hija de alcohólico y mujer de alcohólico», admitió y añadió que «a mis hijos les faltaba yo porque era adicta a la bebida de otra persona».

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