El albergue de la Playa de Palma ya ha acogido a un total de 164 personas refugiadas. Es como una pequeña torre de Babel en la que están conviviendo hombres, mujeres y menores de hasta trece nacionalidades distintas.
De las 164 personas que, desde abril de 2016, han recibido asilo en las instalaciones que gestiona Creu Roja Balears, 113 son hombres, 51 mujeres y 38 son menores.
Fuentes de la entidad humanitaria reconocen que dirigir un espacio, con capacidad para un máximo de 52 camas, con gentes de distintas nacionalidades y costumbres no es una tarea fácil. De hecho, la comida ha sido uno de los principales problemas a la hora de garantizar una buena convivencia entre ellos.
«El albergue es un espacio abierto en el que la mayoría de las personas que han pedido asilo pueden vivir mientras dura la fase de acogida», explica Antoni Barceló, presidente de Creu Roja Balears, aunque reconoce que muchos de los refugiados optan por dejar su vida en el inmueble antes de que concluya el plazo de adaptación y que incluso hay gente que sólo vive allí por unos días y después opta por buscar una vivienda compartida con compañeros de su misma nacionalidad o deciden pedir el traslado a otras comunidades autónomas o a otros países.