Cuidar al cliente, entender sus necesidades y ofrecerle lo mejor. Estas son las claves del éxito para Joyas Forteza, un negocio que se ha traspasado de padres a hijos durante sus más de 135 años de historia. Luis Forteza, el propietario actual, regenta el negocio desde el año 2001, y pertenece a la cuarta generación de joyeros de su familia.
Luis Forteza confiesa que «es complicado mantener vivo un negocio durante tantos años, porque los gustos y la manera de comprar de los clientes van cambiando». Ante esta tesitura, el joyero recalca que el boca a boca es fundamental para que se mantenga el comercio vivo, y que «lo que nos queda es hacer las cosas bien hechas, para complacer al cliente». Para superar la crisis de la joyería, el establecimiento ha optado por «ampliar la gama de productos, e intentar tener joyas de todos los precios, manteniendo siempre la calidad y la autenticidad. Es primordial que se lleven algo que les guste, no queremos que lo dejen en un cajón».
La historia de esta joyería comienza en 1885. Luis Forteza, bisabuelo del actual propietario, trabajaba en un taller de joyería y tuvo la oportunidad de abrir su propio negocio. El regente actual asegura que «mi bisabuelo conectó enseguida con la sociedad burguesa, y tenía una clientela importante». Luis Forteza trajo a Palma una joyería novedosa, importando maneras de trabajar y estilos de Europa. Tras la muerte del primer propietario, allá por 1900, el negocio pasó a su hijo, Mateo Forteza, que lo dirigió hasta los años 40. «Después, pasó a mi padre y desde 2001 lo llevo yo», explica el último Forteza, que asegura que «cuando te das cuenta de que los clientes confían en ti es cuando te dejan una joya familiar, con mucho valor sentimental. En estos casos se requiere discreción y que el cliente tenga la certeza de que vas a tratar la joya con mucho mimo».
El propietario de Joyas Forteza confiesa que la crisis ha hecho mucho daño al sector de la joyería, pero apunta que «cuando miras atrás, ves que esta última crisis es lo de menos: aquí se ha vivido la Guerra Civil, las dos Guerras Mundiales, cuando era realmente difícil conseguir materias primas, y la crisis del 29. Hemos salido de situaciones complicadas, esta última crisis ha sido fuerte, pero sigue habiendo gente que confía en el valor de la joya como elemento de transmisión patrimonial».