Gordiola es uno de los establecimientos emblemáticos de Palma más conocidos y su marca es sinónimo de prestigio y distinción. Daniel Aldeguer, uno de los copropietarios de Gordiola, recuerda que sus orígenes se remontan a 1719, cuando el comerciante de vidrios catalán, mestre Gordiola, le propuso al aragonés Blas Rigal, instalar un horno en Palma, en el Temple. Su hijo Bernat Gordiola Cànaves continuó con el negocio e introdujo la novedad de la lámpara veneciana.
Aldeguer cuenta como anécdota que uno de los Gordiola tuvo un romance con la hija de un vidriero veneciano, al que se dice que «le robó los secretos de la fabricación del vidrio veneciano». En este sentido, señala que hoy en día los vidrieros que quedan guardan con celo las fórmulas para conseguir los colores del vidrio.
Daniel y sus cuatro hermanas pertenecen a la octava generación que está al frente del negocio, que siempre ha pertenecido a la misma familia, aunque con su padre se perdió el apellido Gordiola porque le venía de su madre.
El copropietario de Gordiola explica que han podido sobrevivir durante siglos «con mucha imaginación», pese a que han pasado momentos muy duros. «Nos hemos ido adaptando a la demanda del mercado». En este orden de cosas, explica que «siempre habíamos seguido un diseño tradicional», pero ahora también elaboran otros productos más innovadores como lámparas para hoteles y restaurantes. También están vendiendo mucho a los palacetes que se están rehabilitando en Palma y a las fincas en la Part Forana.
Entre sus clientes se encuentran personas muy distinguidas, como la reina Sofía. «Doña Sofía nos visita cada año y también va a la fábrica; es una enamorada de siempre del vidrio de Gordiola, se lo lleva para regalar y para ella», explica.