Se ha cumplido esta semana el 75 aniversario de la muerte por fusilamiento del sacerdote Jeroni Alomar Poquet, miembro de una familia acomodada de Llubí. Eran las cinco de la mañana del día 7 de junio de 1937 cuando caía así un miembro de la Iglesia católica, víctima del golpe de Estado de los sublevados.
Un caso insólito pero no único que pone de relieve el alcance de la represión, más allá de cualquier consideración institucional. El Diccionari Vermell de Llorenç Capellà; Memòria Civil, de Antoni Nadal; La Segona República a Mallorca , de Albert Herranz y Joana Maria Roque; y Els màrtirs mallorquins dins el bàndol nacional , de Nicolau Pons, son algunos de los estudios literarios editados al respecto.
Juicio
El día 12 de mayo de 1937, la Escola d'Arts i Oficils de Palma constituyó el siniestro marco del juicio a que fue sometido Jeroni Alomar junto con otras siete personas acusadas de «delito consumado de rebelión» al Glorioso Movimiento Nacional Salvador de España . El fiscal solicitó la pena de muerte para el vicario llubiner por un delito de traición y veinticuatro años de reclusión mayor por encubrimiento de dos delitos de deserción. Por su parte, la defensa admitió el delito de auxilio a la rebelión y otro de traición, con el atenuante de sentimentalismo. Al contrario que otros miembros de la Iglesia católica, Alomar Poquet, que ejercía de vicario vitalicio en su pueblo natal, Llubí, no se sumó a la línea oficial de connivencia con la Cruzada de los sublevados. Su labor de ayuda a los republicanos en su difícil huida a Menorca le procuró su sentencia de muerte. Por lo visto, Jeroni Alomar Poquet trabó conocimiento con Joan Baldú caporal de Infantería que tenía el propósito de desertar. En el Portitxol debían embarcar con el soldado en fuga Martí Ros. Todos cayeron ante el paredón en aquella jornada aciaga.
Se dice que fue repetidamente advertido por las autoridades religiosas y gubernativas del riesgo que suponía su postura de fondo humanitario. También presentó una denuncia contra la detención de su hermano Francesc, miembro del comité local de Muro de Esquerra Republicana Balear, a raíz del desembarco de las tropas republicanas en Manacor. Circunstancia que le valió una advertencia del obispo Miralles, quien le amenazó con penalizarlo.
Una petición de indulto solicitada por el mismo obispo, muy incomodado ante un caso tan grave en el seno de la institución eclesiástica en Mallorca, llegó demasiado tarde. Jeroni Alomar se quitó la sotana y murió al grito de «Viva Cristo Rey».