«Sigue adelante con tu labor». Ese fue el mensaje del obispo Jesús Murgui a la delegada diocesana de Pastoral de la Salud, Esperança Florit, cuando el lunes 29 de noviembre le hizo entrega de uno de los premios Populars de 2010, otorgados por la cadena Cope en Mallorca, reconociendo la labor solidaria impulsada desde el Casal Balear, en la palmesana calle de Can Sales, que acoge, de forma altruista, a enfermos y sus familiares de Menorca, Eivissa y Formentera, que han de trasladarse a los hospitales de referencia para diagnóstico y tratamiento.
Casi 5.000 personas se han alojado ya en el antiguo convento de Franciscanas, en el corazón de Palma, reconvertido hace doce años en lugar de acogida para personas afectadas por graves problemas de salud y que tienen que dejar su casa y venir a Mallorca en busca del tratamiento adecuado al no ser posible recibirlo en su lugar de residencia.
Decisión rápida
Cuando aquel día de 1997 la enfermera jubilada -y ya viuda-, Esperança Florit, con amplia experiencia profesional en los tratamientos oncológicos, le pidió al obispo Teodoro Úbeda que se acordase de los «pacientes viajeros», no pudo imaginar que en apenas un día el prelado le contestase con la propuesta de hacerse cargo del edificio del que se habían exclaustrado las monjas.
Consta que Esperança Florit (Almería, 1930), consiguió que en poco más de tres meses estuviesen habilitadas las 16 habitaciones, la cocina y el comedor, y también la lavandería, para que quienes se hospedan «puedan llegar a sentirse como en casa».
Voluntad y voluntariado
En el Casal Balear no hay precios. Quienes se alojan allí -derivados por los servicios sociales de las otras islas- son libres, al término de su asilo, de hacer una donación para el mantenimiento de las instalaciones o marchar en lo monetario como llegaron.
«La delegación diocesana de la Pastoral de la Salud, por mandato de los sucesivos obispos no es una empresa -aclara Florit-, y únicamente damos las gracias a Dios por poder prestar este servicio a nuestros semejantes». Y de hecho, cuando una familia se aloja en el casal se rellena sólo una ficha personal con datos mínimos del paciente que viene a tratarse, y en la que no figura el diagnóstico médico.
Para mantener en las mejores condiciones de habitabilidad y limpieza, el Casal Balear cuenta con diez voluntarias. A media tarde, cuando aún no han regresado de los hospitales los enfermos y sus familiares -máximo dos por paciente-, Esperança y el matrimonio formado por Maria Àngels Rovira y Joan Josep Alemany lo tienen todo listo para una velada «en la que todos nos alegramos cuando hay atisbo de recuperación y todos sufrimos cuando las cosas no van como deseamos».
Apenas a unos metros, la antigua capilla de las monjas, en la que no se oficia, mantiene bancos y reclinatorios para la reflexión íntima o el rezo... y cuadros de las vírgenes patronas de las tres islas grandes del archipiélago. Como en casa...