La parroquia de Sant Jaume cuenta desde principios de año con un grupo de ayuda para personas que lo están pasado muy mal y que carecen de lo más básico: comida.
No es la primera parroquia, ni seguramente será la última, que recurre a organizar esta red de apoyo ante las necesidades palpables de vecinos y parroquianos, muchos de los cuales «eran personas totalmente normalizadas», que hasta hace poco formaban parte de la llamada clase media, asegura el vicario, Antoni Pons.
Este grupo, explica, está compuesto por ocho mujeres voluntarias, que cada miércoles reparten la comida recogida durante la semana a personas del barrio y de fuera de él. «Atendemos a una media de 35 familias cada semana. Entre ellas, unas 20, son familias que estaban normalizadas y que por la crisis han perdido el trabajo y no tienen ningún ingreso, hombres separados, madres solteras, etc».
Profesionales
Cuando comenzó este grupo, recuerda, los solicitantes de ayuda fueron sobre todo las personas mayores y las mujeres que trabajaban limpiando casas, pues muchas se quedaron sin trabajo o vieron cómo se les reducía de forma drástica el número de horas de trabajo. Pero, a estas alturas, acuden cada miércoles a la parroquia familias con niños o profesionales a los que, probablemente, nunca se les había pasado por la cabeza que tuvieran que recurrir a esta vía para sobrevivir.
Los recursos de la parroquia, además, son limitados, por lo que el vicario reconoce que «hoy por hoy no podemos atender a más personas de las que vienen, pues todas las semanas vaciamos la despensa».
La parroquia recoge comida del Banco de Alimentos y de las donaciones de cualquier persona. «En principio, preferimos que nos den comida, en lugar de dinero, porque aquí no damos dinero en metálico, sólo alimentos. Cuando una persona precisa dinero para el pago del piso o de facturas le remitimos a Càritas», explica Antoni Pons.
El vicario reconoce que la situación que viven muchas familias actualmente es «dramática» y espera que «cada vez más comercios se conciencien de la necesidad de no tirar la comida que aún hoy se tira».
Aceite, azúcar o arroz son tres de los alimentos básicos que más necesitan y que se pueden llevar a la parroquia.