causa de que casi siempre vamos mirando desde la altura de nuestros ojos hacia abajo, nos perdemos lo que existe en las alturas, un poco por encima de nuestras cabezas.
Porque, por ejemplo, ¿le ha echado alguna vez un vistazo a los balcones de su ciudad? No se pueden imaginar la diversidad de ellos que hay. Pasa que como no les prestamos la menor atención, pensamos que todos son iguales. Pero no.
Hay balcones normales y corrientes, que por no tener no tienen nada. Ni siquiera una maceta que los adorne. Los hay, en cambio, que tienen de todo. Desde una bicicleta colgada, a macetas por todas partes. Es más, tenemos uno localizado que más que un balcón parece una selva de la cantidad de plantas que tiene.
Hay balcones-anuncio y los hay que se utilizan para protestar de algo, como por ejemplo, de los ruidos de la ciudad.
Hay balcones que se han transformado -de forma ilegal, casi todos- en invernaderos; y los hay que están rodeados de aparatos de aire acondicionado, o de cables eléctricos. Hay también balcones-almacén, en los que se guarda de todo, desde el cochecito del niño a el carrito de la compra, pasando por el cubo y la fregona.
¿Y qué me cuentan de los balcones-tendedero? Son ésos repletos de ropa tendida, y por si fuera poco, van y extienden en su barandilla las alfombras y felpudos. Son, por norma general, balcones de casas pequeñas, sin terraza, y a tenor de la ropa extendida, habitadas por familias numerosas.
Y los hay con banderas. Son los balcones de edificios oficiales.