«La Rambla seguirá muerta porque no nos dan ayudas». Así de contundente se muestran en la cafetería Espai Natural. Su propietaria era una de las interesadas en poner una terraza en la Rambla y, aunque el Ajuntament le dijo que podía hacerlo, cuando fue a pagar la licencia le informaron que no le correspondía por su ubicación.
Al igual que desde Espai Natural, el resto de restauradores de la zona, exceptuando a Rambla 10, se quejan del modo en el que el equipo de Gobierno de Aina Calvo ha gestionado el tema de las terrazas de La Rambla. «Hay una falta de comunicación enorme», critican desde La Poule Toque. En este sentido, la regiduría de Comerç se ha reunido con CAEB Restauración, con las floristas de La Rambla y la asociación de vecinos de la zona, pero no con los restauradores. «Que estuviese CAEB Restauración no es suficiente, tanto éstos como Cort tendrían que haber venido a explicarnos la iniciativa y a consultarnos nuestra opinión», manifiestan en La Poula Toque.
Este proyecto, que debía suponer un impulso para la zona, que según los restauradores «siempre ha estado muy olvidada», ha nacido prácticamente muerto. Así, de las ocho terrazas de la zona, únicamente una, Rambla 10, pondrá una terraza en la zona; una se lo planteará y el resto ya ha descartado sumarse a esta iniciativa.
Además de la desinformación, los elevados precios del mobiliario son otras de las principales críticas que realizan los restauradores. «Han elegido unas terrazas muy caras; el Ajuntament escogió el proyecto más caro de todos los que le presentaron. Te dan un caramelo y te lo quitan. Lo que no podemos hacer es trabajar para los demás», sostienen desde Es Cafetó.
Los restauradores de La Rambla también se quejan de que el horario es poco viable porque las terrazas tienen que cerrar a las 21.00 horas en invierno y a las 22.00 horas en verano.
El reparto de metros para poner sillas y mesas en La Rambla es otro de los aspectos que ha motivado que algunos restauradores hayan decidido no participar en esta iniciativa. En concreto, el número de sillas va en función del número de metros de la fachada del local en cuestión. «Me dejan poner sólo cuatro mesas, tendría que poner un camarero allí y pagar el alquiler; yo por cuatro mesas ni me molesto», explica el propietario de Croissanteria Ducs.