arles Moyá cumple hoy 33 años, y será la primera vez en 15 que los celebra en familia. Con nosotros los celebró ayer, en su gimnasio, con tarta reina que nos preparó en Miquel de sa Pelleteria
-¿En qué estas ahora?
-Estoy entrenando casi cada día para, poco a poco, ir acondicionándome a fin de en enero estar al cien por cien.
-¿Por qué número andas en el ranking?
-Pues ni lo sé. Estoy fuera del cien.
-¿Y va a serte fácil entrar entre los cien primeros?
-Yo lo voy a intentar, pero va a ser complicado. Hay una serie de torneos que si los juego me protegen.
-¿Cuánto tiempo haces cuentas de seguir jugando?
-Como mínimo, me gustaría hacer un año más y luego retirarme... a no ser que haga un año espectacular y entonces...
-Lo cierto es que tu vida como tenista no te ha ido mal, sobre todo desde aquel Melbourne en que te enfrentaste, en la final, a Sampras.
-Para mí, ha sido una gran carrera la que he hecho. He hecho cuanto he podido soñar y he alcanzado mis objetivos: un Roland Garros, una Copa Davis y un Número Uno. Pienso que el día que me retire lo haré habiendo conseguido todo lo que estaba a mi alcance...
-Y encima nadie te quitará que fuiste el primero. El que abriste la puerta.
-Sí, claro. Después de mí ha habido jugadores como Ferrero y Rafa que han ganado más.
-Rafa es menos humano que tú, ¿no? Parece que es más Robocop... Está como más programado.
-No, no. Yo no diría tanto. Porque si lo conoces bien, ves que es una persona muy normal. Eso sí, muy superprofesional, siendo el tenis lo primero para él; por él está renunciado a muchas cosas y sacrificándose mucho. Pero sabe que llegará un día en que lo podrá retomar todo. Yo, de verdad, no le veo un Robocop, sino un chaval de 22 años muy preparado en lo suyo.
-¿Qué siente un joven mallorquín de veinte años, en la cancha de Melbourne, teniendo ante sí a Sampras, al que trata de ganar en la final?
-A ver... Después de todo lo que conseguí en ese partido, que perdí, me quedo con las dos semanas que viví en Melbourne. Cuando llegué a Australia era una promesa y durante el torneo me di a conocer en todo el mundo, y más a medida que éste avanzaba. Y a partir de la final, me convertí en una realidad que confirmé luego ganando Montecarlo, Roland Garrós y otros torneos. Pero sí... Aquel Melbourne fueron quince días increíbles.
-¿Eras consciente de lo que ocurría en la calle respecto a ti?
-Pues, a decir verdad, no.
-Recuerdo, por ejemplo, que los gays se manifestaban porque te querían conocer; que las chicas jóvenes sólo pensaban en ti, tiznando sus rostros con tu nombre; que había pancartas en las que se leía que te iban a secuestrar y pedir como rescate el regreso de Christopher Skase, un australiano huido a Mallorca por verse implicado en un desfalco. Tomeu terrassa y yo, no teníamos entrada, ¿y sabes cómo entramos? Dándole a un periodista australiano media docena de fotografías tuyas, algunas siendo niño, a cambio de dos entradas. De verdad que desataste una «moyamanía jamás vista».
-Bueno, sí. Pero eso sucedía en Melbourne, no en España. Al menos mi familia, con la que hablaba a diario, no me contaba nada de eso... Me di cuenta de lo que pasaba respecto a mí cuando me desplacé al aeropuerto, para regresar. Vi que estaba en la primeras páginas de todos los diarios, y cuando pisé España... para qué te cuento. También me vi en las revistas del corazón.... Fue un boom, tal vez porque hacía 30 años que un español no llegaba allí a una final, y también porque era una cara nueva que entraba en el circuito, un joven tenista que había eliminado a Becker, el actual campeón, y en semifinales a Chan. Era... Pues eso. Savia nueva. Y... Pues como te digo, a raíz de Melbourne me di cuenta que había alcanzado una dimensión desconocida para mí.