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El futuro Palacio de Congresos de Palma nace condenado a la polémica

Las operaciones urbanísticas para hacer realidad este proyecto llevan hasta ahora ocho años de controversia

L. MORRAL
Ya hace al menos ocho años que los dirigentes políticos mallorquines hablan de la necesidad de construir un Palacio de Congresos en Palma. Todos los debates que han girado en torno a este complejo turístico no han estado exentos de polémica. Primero, por las operaciones urbanísticas a la hora de encontrar un solar «idóneo» para ubicarlo, y, después, por la forma como se tenía que gestionar.

La controversia actual empieza con el gobierno de Jaume Matas conchabado con el ex regidor Javier Rodrigo de Santos. La elección del lugar sólo se entiende por la obsesión de aquel PP por dejar su huella en la fachada marítima. Matas quería un Palacio de Congresos, y que se viera bien. Incluso se especuló con el Moll Vell, justo delante de la Seu, pero finalmente optó por construirlo al lado de los terrenos de GESA.

Situación
Pero un Palacio de Congresos es muy difícil de mantener, y las cuentas de explotación se suponen deficitarias. Así que Cort y el Govern abrieron un concurso y dieron «incentivos» a las empresas interesadas: la cesión de un solar por 40 años, 30 millones de euros a fondo perdido, y la posibilidad de construir dos hoteles para facilitar la viabilidad económica del proyecto. También había otra promesa importante: el tránsito de Palma sería soterrado para evitar atascos. De este modo, se ampliarían los alrededores de la instalación con una zona verde.

El PP sufrió un hundimiento institucional en las pasadas elecciones. El nuevo gobierno municipal de Aina Calvo (PSOE) continuó con el proyecto de Matas"De Santos. La coalición progresista mantuvo el emplazamiento actual, pero introdujo cambios muy significativos. Se negó a adquirir el solar para el segundo hotel y a hablar de soterramientos.

Aina Calvo negoció con los concesionarios "una Unión Temporal de Empresas (UTE) liderada por el grupo turístico Barceló" la suma de todas las plazas hoteleras en un único establecimiento, que tendría nueve metros más de altura.

El problema era que el Pla General d'Ordenació Urbana (PGOU) de Palma no lo autorizaba. El gobierno de Calvo se vio obligado a iniciar una modificación puntual del PGOU. También solicitó que no hubiera ningún estudio de impacto ambiental, que habría podido retrasar o tirar por tierra la ampliación.

Para poder construir este hotel con la correspondiente modificación puntual, Cort tuvo que tomar otra decisión polémica y muy cuestionable: catalogar el hotel como un «equipamiento público». Pero no se acabaría aquí. El Ajuntament de Palma y el Govern constituyeron la sociedad Palau de Congressos, que aporta 30 millones de euros a fondo perdido a la empresa adjudicataria, además de controlar el desarrollo correcto de las obras de construcción.

Los máximos responsables de esta sociedad, la regidora de Urbanisme, Yolanda Garví, y el conseller de Turisme, Miquel Nadal, aceptaron la supresión de una planta del párking, porque se observaron, por lo que dicen, filtraciones de agua. Todavía no se conoce qué contraprestación ha dado la concesionaria para obtener esta exención, ni cómo se resolverá la falta de estacionamientos en una de las zonas más transitadas de Palma, ni tampoco quién pagará los estacionamientos que se tendrán que construir en los alrededores.

El Palacio de Congresos y el hotel sólo tendrán lugar para 264 coches y 4 autobuses, cuando su capacidad potencial supera las 3.000 personas. Esta limitación extra cuestiona la funcionalidad de una instalación que condiciona la Palma del futuro.

El Palacio de Congresos sólo podrá acoger, como mucho, acontecimientos de pequeña y mediana envergadura, es decir, hasta 3.000 congresistas. Tanto los responsables del Centre de Convencions Internacional de Catalunya como del Palacio de Congresos de Madrid hacen ver la necesidad de que un gran recinto de este tipo acoja de manera simultánea actos de diferente alcance, mientras que un centro que disponga de pocas salas de reuniones y que no tenga espacio para exposiciones no puede emplear, lógicamente, sus instalaciones para grandes acontecimientos. En este sentido, admiten que los grandes edificios de congresos son más rentables porque generan más facturación y proporcionan una carga de trabajo unificada. Además, subrayan que la apertura al mercado internacional parece la llave para conseguir una mayor productividad, y que los actos de menor envergadura pasan a tener una importancia secundaria. Conclusión: el Palacio de Congresos de Palma nace pequeño, y sin proyección en el exterior ni mirando hacia el futuro.

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