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Editorial

Un discurso ajustado a la realidad

El tradicional mensaje del Rey, siempre muy esperado y más en esta ocasión por las excepcionales circunstancias que ha atravesado la Familia Real, en esta Nochebuena tuvo aspectos muy significativos. Tal vez, el principal de ellos fuera el llamamiento a la unidad de los partidos políticos para luchar contra el terrorismo, un llamamiento que cobra mayor sentido después de una legislatura convulsa en la que el asunto de la banda terrorista ETA se ha convertido en baza electoralista y arma arrojadiza entre los dos principales partidos del Estado. Don Juan Carlos aludió a la Constitución de la que dijo que asegura «el patrimonio común» y la «diversidad». Importante es que el Monarca remarque el aspecto integrador de la Carta Magna contra quienes quieren convertirla en un elemento de exclusión. Aunque, bien es verdad que, como cada año, los nacionalistas han echado de menos la alusión a la cuestión territorial.

No podía faltar, en un período en el que se ha producido desde algunos sectores minoritarios el cuestionamiento de la monarquía parlamentaria misma, una parte del discurso destinada a resaltar el papel fundamental que juegan la solidez y la estabilidad de las instituciones para afrontar el reto de dar respuestas eficaces a los ciudadanos.

Don Juan Carlos hizo referencia también a los «sentimientos de hermandad» con los pueblos latinoamericanos y el respeto hacia las identidades propias de cada uno de ellos, un mensaje que tiene mayor trascendencia tras el episodio del desencuentro con Hugo Chávez en la cumbre de Chile.

La protección del medio ambiente y la necesidad de una política exterior consensuada fueron otros de los aspectos destacados de su alocución. Fue, en resumen, un discurso que refleja la situación por la que atraviesa el país y apunta en qué dirección deberíamos movernos para, unidos desde la diferencia, afrontar el futuro en las mejores condiciones posibles.

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