omo decíamos ayer, Diana de Francia está en Palma. En esta ocasión acompañada de su esposo, el Duque Carl de Würtemberg. El motivo del viaje no ha sido otro que el de despedirse de la tripulación del No lo sé, el barco de su propiedad que acaban de vender a un italiano quien mantendrá su nombre, aunque ahora se leerá No lo so.
Diana de Francia, que una vez que su esposo abandone la Isla cambiará el hotel donde se hospedan por la casa de Onofre Prohéns y Basilio Escudero, nos estuvo contando que a mediados de octubre estuvo de viaje por Israel y Jordania, «invitada por los caballeros de la orden de Malta. Un viaje muy interesante en el que me reencontré con dos hermosas ciudades, Jerusalén y Petra, que ya conocía y que he encontrado muy cambiadas».
Diana, que tiene la suerte de saberse meter con mucha facilidad en la piel del lugar que visita, recorrió a pie y a lomos de un borriquito diversos lugares, habló con sus gentes, fueran católicos, musulmanes o judíos, «y en la visita que hicimos al lago Tiberíades, quise probar, como Jesucristo, andar sobre sus aguas. Pero me hundí, porque está claro que Él es Dios y yo una simple mortal. Pero el lugar es precioso, por lo que recomiendo que lo vean».