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Bichos

Comer insectos es una práctica habitual en Sudamérica, Àfrica y sureste asiático que empieza a ganar adeptos en Mallorca

María José Cuenca, en el puesto en el que ofrece insectos junto a frutas exóticas, verduras mini y distintas setas.

La entomofagia o el consumo de insectos comestibles se introdujo en España no hace más de diez años y ya cuenta con gran número de adeptos. La idea la tuvo Jaume Petrás, dueño de uno de los puestos con más solera del mercado barcelonés de La Boquería, quien los distribuye por todo el país. En Palma se venden en Frutas Ismael Cuenca del Mercat de l'Olivar. Los insectos se ofrecen tostados o fritos en licor o en el interior de coloristas piruletas.

María José Cuenca vende delicias tales como gusano con sabor barbacoa y chile o mariposas, escorpiones o grillos candy, hormigas culonas, gusanos de seda y hasta cucarachas. Los precios van de los 11'50 euros de una botellita de mezcal con gusano rojo a los 5'50 euros de un escorpión. María José señala que tienen buena clientela, aunque sólo hay un restaurante que los sirve, Es Cantonet de s'Escorxador, que estos días celebra la cuarta degustación de insectos.

Tomás Filgueira es el chef que introdujo estas degustaciones en Es Cantonet de s'Escorxador, siempre con gran aceptación. Destaca que, pese a las reticencias iniciales, en la tercera edición se despacharon 1.100 tapas de «bichería», como el gusta llamar a sus platos de insectos.

Filgueira ofreció el sábado diez platos. Vichisoisse con gusano de mezcal, croquetas de cocido con capullo de gusano de seda, revuelto de champiñón, saltamontes, foie y huevos de gallina felices, palomitas de maíz con sal de gusano, pimiento de padrón relleno de queso, grillo y sal de gusano o carpaccio de pulpo con vinagreta de Txacolí y escorpión. Tomás Filgueira añade un toque de humor al bautizar sus platos, como el pescado relleno de gusanos «poco fresco». Para finalizar ofrece sorbete de limón con chapulines o gelatina de fresa con hormigas y grosellas. Todo un festín para valientes. Quizá esta haya sido la última oportunidad para degustar estos platillos, ya que los impuestos a la importación de insectos se han elevado considerablemente. Y es que los insectos proceden de granjas de Tailandia, México y Colombia. Pese a la repugnancia que produzca ya no comer sino leer que se comen cucarachas, lo cierto es que comemos bichos que en otras latitudes producen náuseas como los caracoles. Sin olvidar los minúsculos «bichitos» que se cuelan en el paquete de harina.

La FAO destaca que cada 100 gramos de orugas secas contiene 53 gramos de proteínas, 15% de grasas y 17% de carbohidratos. Su valor energético ronda las 430 kilocalorías por cada 100 gramos. Tienen, además, una mayor proporción de proteínas y grasas que la carne de bovino y el pescado. La investigación añade que 100 gramos de insectos proporcionan más del 100% de las necesidades diarias de vitaminas y minerales. Con estos datos, ¿se anima a probar? Puede empezar por la hormiga culona recubierta de chocolate belga. Dicen que sabe a cacahuete...

Lydia E. Corral
Foto: Nuria Rincón/L.E.C.

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