Al final de la urbanización de Betlem, en la Colònia de Sant Pere, Cala Mata presume de lucir unas aguas exageradamente cristalinas, de contar con un espléndido fondo marino y de formar parte de un entorno protegido de gran valor natural y paisajístico. Casi invisible desde la urbanización, a esta cala con encanto se accede por una sinuosa escalera junto al Bar Casablanca y al complejo residencial Pueblo Marítimo, en el Passeig d'Artà. Antes de bajar se intuye el remanso de paz que nos espera, con un lecho de arena y algas de unos cincuenta metros de longitud, flanqueado, en dirección a la Colònia, por una ruta de litoral rocoso provisto de plataformas que permiten el asentamiento de bañistas y pescadores. Este espacio de costa baja y recortada se prolonga hasta el vértice de Na Pastor, el epicentro del litoral de Betlem, desde donde se puede obtener una panorámica de toda la bahía y desde donde se puede recorrer la costa a pie hasta el Caló els Cans (a dos kilómetros de la Colònia). Un camino enmarcado dentro del área natural de es Canons que recorre un auténtico paraje virgen desde el que se vislumbra el tamaño de la ensenada del Nord mallorquí, desde el Cap Ferrutx de las montañas de Artà hasta el Cap des Pinar alcudienc; una estampa en la que predominan las zonas verdes, algunos núcleos de imponentes edificios (Can Picafort, Platja de Muro y Alcúdia) y grandes playas de arena blanca. De nuevo en Cala Mata, ahora en dirección al Cap Ferrutx, el terreno es mucho más abrupto y la costa arisca, aunque algunos intrépidos se atreven y llegan hasta Na Clara, un recodo espectacular que toma su nombre de las transparentes aguas que lo bañan. Para llegar a este privilegiado lugar hay que hacerlo en barco o bajando un alto acantilado dentro del área Natural de las montañas de Artà, un acceso reservado a gente en buena forma, no apto para niños ni personas mayores. La imponente Talaia Freda de Morei -la montaña más alta de la Serra de Llevant (563 metros)- vigila este tramo de costa recortada y calas estrechas. A pocos kilómetros, y a menos altura, se esconden varios episodios de la historia de Mallorca, como la alquería de Binialgorfa y la ermita de Betlem (promovida por el Cardenal Despuig e inspirada en la Cartoixa de Valldemossa) un enclave que sigue conservando un pasado esplendoroso y casi irreal, y también joyas patrimoniales. En definitiva, no son pocos sus encantos con pequeños enclaves urbanos, con un mar exageradamente limpio por el que navegan pequeñas -y escasas- embarcaciones de recreo y en el que se refrescan pocos turistas y, en mayor número, mallorquines en asueto.
La bella y solitaria costa de Betlem