El protagonista lo define como una «aventura». Y en eso se convirtió. La tarea no era fácil, había que aunar en un mismo plato la necesidad de comer, con el mejor sabor y la estética más original y, lo más difícil, con un estilo arquitectónico. ¿Cómo? Sí, así como suena: Cocina versus arquitectura. El chef Carlos Hubert, propietario del Café de Carlos y recientemente galardonado como empresario del año 2003, se puso en contacto con el arquitecto Vicenç Mulet para tantear la posibilidad de convertirse por unos momentos en un arquitecto de los fogones.
La idea surgida se transformó en realidad. El estudio Vicenç Mulet Arquitecte y otros cuatro despachos más (estudio Ripoll+Tizón ARQuitectos, estudio Antoni Castell y Christian Pons Arquitectes, estudio Gabriel Buades Crespí-José Antonio Aguiló Oliver Arquitectura y Urbanismo, y el estudio Vidal Piñeiro Arquitectestudi), de la Plaça Major de Palma, enviaron a Carlos Hubert las suficientes referencias gráficas para que el cocinero captara el estilo de cada uno tras sumergirse para «comprobar si era capaz de encontrarme con cada uno de ellos por separado, en los profundidades de ese océano mágico que para ellos significa convertir la nada finita en un espacio definido, concreto, coherente, equilibrado, bello, armónico y habitable, haciendo para ello de las matemáticas un arte».
¿Sería capaz Carlos de reflejar todo un estilo de hacer arquitectura en un plato? La respuesta la conocieron los cuatro despachos a manteles, como no podía ser de otra manera. Antes, empero, el chef tuvo que implantar en su cocina un estudio donde pensar, bocetar y plasmar en plano la receta final. Si lo conseguía, lo siguiente ya era algo más sencillo, el pan de cada día para él: cocinar.
El arquitecto José Antonio Aguiló aseguraba tras la cena: «La verdad es que nos ha sorprendido mucho, ya que en cada plato presentado se podía identificar el despacho al que hacía referencia.
David J. Nadal