Domingo, 10 de la mañana, en las instalaciones del Club de Tir Mallorca (carretera vieja de Bunyola) una docena de tiradores preparan sus armas para disparar. Se lo toman con cierta parsimonia, no tienen prisas; en realidad, tienen toda la mañana para ellos, y preparar el arma es como prepararse para degustar un buen vino. Requiere su tiempo. Son armas históricas -de ahí que la competición que está teniendo lugar sea de tiro con armas históricas-, de las cuales una sólo es auténtica, original, la Charles Ville modelo 1777, fabricada en Francia en 1782, que le llegó a su propietario, Juan Vaquer, a través de herencia. Se trata de un mosquete del calibre 69, con cañón sin estrías, que dispara a través de la chispa que produce el pedernal, y que utilizaron las tropas napoleónicas en la campaña de Italia. Al Charles Ville lo llamaban «clarinete de cinco pies». El resto son réplicas, pero ¡jo, réplicas!, a ojos de legos en la materia pasarían fácilmente por originales, porque hasta viejas en años parecen.
Guiados por dos miembros del club, el citado Juan Vaquer y Tolo Escandell, conocemos algo más de estas armas históricas, a las que sus propietarios miman como si de seres queridos se trataran. Y no es para menos, pues forman parte importante en sus vidas, basta verlos, si no, cómo disfrutan con ellas. Entre los tiradores nos encontramos con Fernando Juliá, con dos participaciones en campeonatos de Europa y del Mundo y diversas en el de España. Tenía en sus manos un fusil Alexander Henry, calibre 451, un arma que se fabricó para tiro, pero que con el tiempo se utilizó para la caza del búfalo. Al igual que la Charles Ville, la pólvora se carga por la boca del cañón. Posteriormente, Juliá ayudará a Váquer a cargar un fusil europeo de mecha del año 1750, fabricado en Holanda por E. G. Sians, de tubo liso, por tanto de poca precisión, y en el que los japoneses se inspiraron para construir su fusil. Obviamente, dispara a través de mecha.
Pedro Prieto