Viernes 13. Sin perder de vista a los Becker, me doy una vuelta por Puerto Portals, donde observo que en el «Pitina II» están esperando a Florentino Pérez y señora. En lo que llega, me acerco a Portopí y, viendo cómo está amarrado el «Fortuna», de popa, por lo que únicamente sólo podemos ver de él la proa, deduzco que si el año pasado lo teníamos difícil para hacer fotos a quienes subían a bordo, éste lo vamos a tener imposible, puesto que se sube a bordo por popa, que queda fuera de cualquier mirada. ¡Pues qué se le va a hacer! Para ir metiéndome en los tiempos que se avecinan, me paso por el Mollet, un restaurante que uno se encuentra, según entra a la derecha, en dirección a la lonja del pescado.
Le pido a Magdalena, la dueña, que me haga un par de huevos reales, o sea, como los que se tomó don Juan Carlos I aquella mañana que, junto con la tripulación del «Bribón», regresó de navegar. Y Magdalena me los hace. Huevos fritos con aceite con ajo. Riquísimos. Primero se fríen los ajos, y cuando el aceite toma su sabor, se echan los huevos y ¡buen provecho! Aquella mañana Su Majestad se los comió con patatas, también fritas con aceite de ajo, y bien regados con un Torres de casta rosado. Luego, el hijo de Magdalena me cuenta que en esta pasada Semana Santa don Juan Carlos y unos amigos estuvieron comiendo, no de huevos, sino a base de pescado y marisco, «y en esa ocasión tomaron un Hereu Ribas, un vino mallorquín muy bueno».
A media tarde llamo a Julián Aguirre, que sigue amatojado cerca de donde los Becker están descansando. No hay novedad. «No les hemos visto el pelo, y mira que son grandes los dos», me dice el compañero, que va a seguir esperando unas horas más. «Pues a lo mejor me acerco a hacer compañía», le digo. Y... pues que cerramos una semana que dará paso a otra que me temo que se presentará muy movida. Así que tendremos que poner los cinco sentidos a tope. Por cierto, hablando de sentidos, me acuerdo del doctor Barraquer, ilustre oculista y veraneante en Formentor desde que tengo uso de razón periodístico. Allí está con su esposa, su hija, que es oculista, su yerno, que también es oculista, y su nieto, «al que también haremos oculista», por lo que la sucesión está más que asegurada.