A los pies de la Serra de Tramuntana, en lo que sin duda es uno de los más bellos parajes de la Isla, en la finca de Sarrià, se celebró ayer, por segundo año consecutivo, el Vía Crucis, acto más que apropiado para las fechas en que nos encontramos.
Y si el entorno es bello, el lugar por donde discurrió el cortejo, jardines, claustro y capilla de la citada finca, no lo es menos.
Todo comenzó a las cinco y media en punto de la tarde de ayer, bajo un sol que convertía la temperatura en agradable. Participaron unas doscientas personas, entre las que se encontraba Antonio García Ruiz, el anfitrión. Dirigió la ceremonia el párroco de la parroquia de la Inmaculada Concepción, de Establiments, Guillem Feliu, que se hacía sentir a través de un megáfono que llevaba un acólito.
La procesión, entre cánticos y oraciones, discurrió por espacio de una hora a través del itinerario señalado un poco más arriba, a lo largo del cual se distribuyeron las 14 estaciones. En cada una de ellas se rezaron oraciones actualizadas en función de las necesidades de la sociedad de hoy. Finalmente, en la pequeña pero recoleta capilla de la finca, concluyó el Vía Crucis. Tras las oraciones correspondientes, se procedió, por parte de todos los asistentes, a venerar la Vera Cruz.