Si hay dos problemas sempiternos y de difícil solución en Mallorca son las basuras y el agua. No es cuestión de ideologías, aunque cada partido tiene su propia visión sobre el asunto. De ahí que la llegada de la izquierda al poder haya supuesto un punto y aparte en la posible solución al conflicto, especialmente por la presencia de Els Verds en el gabinete. El quid de la cuestión está en que Mallorca es una isla y, como tal, de territorio limitado, y además muy poblado. De ahí que el depósito de basuras y escombros se convierta en un verdadero infierno, así como el abastecimiento de agua, sobre todo a hoteles e instalaciones deportivas como campos de golf. El reciclaje, claro está, es la vía más lógica, pero hay millones de elementos que no se pueden aprovechar y hay que decidir qué hacer con ellos. Y con el resto, faltan infraestructuras y conciencia ciudadana.
Sobre la escasez de agua, el primer paso ya está dado: una reunión entre el presidente del Govern, Francesc Antich; el alcalde de Palma, Joan Fageda, y la alcaldesa de Calvià, Margarita Nájera. Lo más positivo que ha salido del encuentro ha sido el compromiso de todos de no cerrarse a ninguna posible solución y la petición a los técnicos de que elaboren sus propuestas.
A estas alturas, cuando llevamos años multiplicando el número de turistas y contando por decenios ya el tiempo de sequía, resulta chocante que las propuestas para resolver la falta de agua para abastecer a los ciudadanos y a los visitantes de Mallorca no estén aún elaboradas, cuando teóricamente deberían conocerse todas las opciones desde tiempo atrás. De cualquier forma, la intención es buena y sólo cabe esperar a ver qué soluciones resultan las más viables. De momento, la idea de subir las tarifas del agua para frenar su consumo parece haberse reducido a los grandes consumidores.