La madrugada ha dejado los primeros vuelos europeos despegando del aeropuerto de Kabul, escasas horas después de que allí mismo se presenciaran escenas dramáticas ante la desesperación de algunos por salir de Afganistán.
Un avión militar galo realizó esta pasada madrugada la primera evacuación de franceses en lo que pretende ser «un puente aéreo» para poner a salvo a sus nacionales y a los civiles afganos que colaboraron durante años con su ejército. Antes de eso un avión abandonaba la nación de Oriente Medio con tan solo siete alemanes en su interior. Habrá que esperar algo más para que el primer transporte de las Fuerzas Armadas españolas recoja en suelo afgano a parte del personal de la embajada, previo paso por Dubai.
El incesante goteo de contingentes extranjeros abandonando el país, no solo hacia Europa sino con destino a prácticamente todas las capitales en todos los continentes, manifiesta la dificultad para operar en el aeródromo afgano, mientras tan solo tres países mantienen sus embajadas abiertas y con un normal funcionamiento en Kabul: son China, Rusia y la vecina Pakistán.
Algunas voces en nuestro contexto más inmediato han mostrado sorpresa por la aparente falta de coordinación para una operación salida de Afganistán de la forma más rápida, segura y eficiente posible. Parece claro que, en el caso de naciones con intereses tan próximos como los socios europeos, sería fructífero y casi obligado trabajar codo con codo con el fin de poner a salvo vidas, materiales y recursos sensibles.
Luego los hay que por ahora han declinado llevarse a su personal de Afganistán. Es el caso de Australia, cuyo Gobierno toma una curiosa decisión a contracorriente y aguarda a que se con los días mejore la situación en el aeropuerto internacional de Kabul para iniciar el operativo de repatriación.
La cooperación se antoja necesaria también en otras materias. Un ejemplo en positivo es el de un grupo de países que han aceptado detener temporalmente todas las deportaciones de afganos cuyas solicitudes de asilo habían sido denegadas.
La Agencia Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha mostrado alivio y satisfacción ante la decisión tomada por Bélgica, Finlandia, Francia, Alemania, Suecia, Suiza, Dinamarca, Irlanda, Países Bajos y Noruega, y que se ampara en el aumento de la inseguridad causada por el retorno de los talibanes al poder.
«Tememos en particular por las mujeres y niñas, y por aquellos que son percibidos como colaboradores de gobiernos anteriores, de organizaciones internacionales o de fuerzas militares de otros países», comentó en Ginebra la portavoz de ACNUR, Shabia Mantoo.
Mientras el caos tiende a estabilizarse la situación humanitaria se deteriora rápidamente en Afganistán, con más de la mitad de la población dependiente de recibir ayuda. Según el organismo, desde principios de este año más de 550.000 afganos han sufrido desplazamiento forzado a causa del conflicto y la inseguridad, y la gran mayoría se han quedado dentro de las fronteras mismas del país.
A pesar de ello, no se tiene constancia cierta de en qué situación se encuentra buena parte del país, donde se libraron duros combates días antes de la pacífica entrada en Kabul. De este modo, el Comité Internacional de la Cruz Roja ha hecho públicos sus temores, y ha indicado que llevará algún tiempo evaluar «la magnitud de las necesidades humanitarias» en zonas en las que prácticamente no ha mirado nadie desde el triunfo talibán.