China cumplió su amenaza y respondió este viernes a Estados Unidos exigiendo el cierre de su consulado en la ciudad de Chengdu como represalia a la orden de clausura de su oficina diplomática en Houston (Texas), desatando una de sus peores crisis políticas desde que los dos países establecieron relaciones en 1979.
Tras un impase de un día, la Cancillería china finalmente anunció en la mañana de este viernes su decisión de «revocar el consentimiento» para establecer el Consulado de Chengdu -capital de la provincia suroccidental de Sichuan-, y exigir «el cese de todas sus operaciones».
El Ministerio de Asuntos Exteriores afirmó que se trata de «una respuesta legítima y necesaria» contra la «acción injustificada de EEUU» de ordenar el cierre de su consulado en Houston, que Washington defiende asegurando que busca «proteger la propiedad intelectual estadounidense y la información privada de sus ciudadanos», aunque China niega que la oficina haya robado propiedad intelectual.
«La relación entre ambos países no es la que China desearía, pero Washington es responsable de ello», se exculpó la Cancillería en un comunicado, y agregó que su respuesta está «en línea con la ley internacional, las normas básicas que rigen las relaciones internacionales y las prácticas diplomáticas» dado que, a sus ojos, la medida que tomó Washington rompió todas estas reglas.
Por la tarde, el portavoz de Exteriores Wang Wenbin fue un paso más allá y señaló que los diplomáticos estadounidenses enviados a Chengdu participan en actividades que no son coherentes con su misión, y que China ha presentado en el pasado múltiples quejas al respecto.
Wang aseguró que «el consulado chino en Houston sigue operativo», y volvió a pedir a Washington que reconsidere su decisión.
El consulado de Chengdu fue inaugurado en 1985 por el expresidente George H. W. Bush, y en él trabajan unas 200 personas -150 de ellos trabajadores locales- que cubren el Tíbet, entre otras regiones del suroeste de China.
Wang también tuvo palabras para el jefe de la diplomacia estadounidense, Mike Pompeo, quien este jueves pronunció un duro discurso contra Pekín en el que aseguró que EE. UU. debe «inducir al cambio» a China, reiteró que su apertura no ha satisfecho las expectativas estadounidenses y rechazó que la «supremacía del Partido Comunista de China (PCCh)» sea el futuro.
«Sus comentarios ignoran los hechos, convierten el negro el blanco y están llenos de sesgo ideológico. Su mentalidad es la de la guerra fría. Es indignante. No es más que un surtido de mentiras», alegó el portavoz chino.
Según Pekín, China es la víctima y debe defenderse de los ataques de un antiguo amigo que le ha golpeado primero. El portavoz reiteró asimismo que el mundo no tiene nada que temer, porque «China no busca ni buscará nunca la expansión o la hegemonía». «China no se desarrolla a costa de otros», anotó Wang, y agregó que «ellos hablan de cambiar a China y el sistema que ha elegido. Es a todas inviable».
Tras varias diatribas contra Washington y en defensa de las bondades del sistema socialista, Wang concluyó que detrás de las declaraciones de Pompeo lo único que hay es «un intento de desviar la atención del pueblo estadounidense de sus asuntos domésticos».
«No pueden engañar a nadie, ni a los estadounidenses ni a la comunidad internacional. China no tiene la intención de cambiar a EEUU, y EEUU no puede cambiar a China», zanjó Wang.
El deterioro de las relaciones entre los dos gigantes parecen haber llegado a un punto sin retorno a raíz de las acusaciones mutuas a cuenta del origen y gestión del coronavirus, que se su man a la guerra tecnológica y comercial o a los reproches a cuenta de la nueva ley de seguridad para Hong Kong o por la situación de los derechos humanos de las minorías musulmanas en la región noroccidental china de Xinjiang.
Expertos chinos creen que, con este aumento de la tensión, los 'halcones' del partido republicano estadounidense buscan marcar las pautas para la próxima administración: «Gane quien gane las elecciones de noviembre, deben seguir su política de agresión contra China», asegura a Global Times el investigador Sun Chenghao, del Instituto Chino para las Relaciones Internacionales Contemporáneas.
«Es ingenuo y poco realista pensar que Pompeo pueda arrastrar nuevos aliados en una nueva guerra fría o que pueda tejer un telón de acero sobre China», argumenta, y apunta que, al contrario que entonces, «los intercambios no pueden cortarse del todo dado que la globalización ha unido al mundo, y la mayoría de los países no quieren ponerse sólo del lado de un país o del otro».
Estos expertos citados por el rotativo nacionalista chino también ponen a su país la medalla de la contención: «En comparación con otros consulados, el de Chengdu tiene menor volumen comercial, lo cual refleja que Pekín busca una respuesta contenida», opina el profesor Li Haidong.
«Al contrario de Washington, que usa cualquier oportunidad para avivar las tensiones, China hace todo lo posible por controlarse», juzga Li, y resume que Pekín responderá a cada ataque, pero nunca dará el primer paso para sabotear las relaciones entre ambos países.
El consulado estadounidense en Chengdu se hizo notorio en 2012 cuando acudió a él el entonces jefe de la Policía de la vecina ciudad de Chongqing, Wang Lijun, quien denunció el papel de la esposa del ex secretario general del PCCh en esa ciudad, Bo Xilai, en la muerte de un empresario británico, Neil Heywood.
Bo llegó a rivalizar a comienzos de este siglo con el actual presidente chino, Xi Jinping, por colocarse en el lugar adecuado para llegar a la jefatura del Estado pero cayó en desgracia y acabó encarcelado por corrupción, abuso de poder y recepción de sobornos.