El Gran Bazar de Estambul, un histórico complejo comercial de 560 años de antigüedad, abrió ayer sus puertas tras más de dos meses de cierre forzoso por la pandemia del coronavirus, con la esperanza de que pronto vuelvan los turistas, su principal fuente de ingresos.
El enorme complejo, compuesto por unas 60 callejuelas techadas y casi 4.000 negocios dedicados bien a la orfebrería, bien a los recuerdos turísticos, como cerámica, artesanía o moda, había sido cerrado el 23 de marzo pasado dentro de las medidas de reducir contactos sociales para evitar contagios.
Las autoridades municipales abrieron ayer de nuevo las puertas históricas tras una breve oración, y numerosos comerciantes acudieron a poner en orden sus escaparates, limpiar expositores y arreglar la mercancía.
Pero todos saben que no habrá negocio hasta, al menos, el próximo día 10 de junio, cuando las aerolíneas turcas vuelven a volar al extranjero para traer a los visitantes.
Solo los joyeros pueden esperar algo de movimiento, porque regalar oro es una obligación en Turquía cuando se acude a una boda. Sin embargo, la bajada general de ingresos durante la pandemia también ha reducido las ganas de gastar en fiestas.