La localidad filipina de San Fernando congregó este jueves a miles de devotos que practicaron los tradicionales y sangrientos rituales de penitencia para emular el calvario de Cristo.
La catedral de esta localidad de la provincia de Pampanga, situada a unos 62 kilómetros al norte de Manila, fue el punto de encuentro de hombres de todas las edades que llegaron descalzos, en ocasiones tras recorrer decenas de kilómetros.
Otros, vestidos de nazarenos, portaban a sus hombros grandes cruces de madera que pesaban entre 20 y 35 kilos para mostrar su devoción, limpiar sus pecados o pedir milagros y buena fortuna.
«Hago esta penitencia para agradecer a Dios que mi familia goza de buena salud», explicó el joven de 24 años Edgar Puddao, con la espalda ensangrentada por los azotes que él mismo se vino propinando con el látigo de cuero durante los dos kilómetros que separan su casa de la catedral.
A las puertas de la basílica, los penitentes se arrodillaban durante unos cuantos minutos, mientras niños y adolescentes les propinaban los últimos golpes para completar su martirio antes de regresar a casa y curarse las heridas.
Estas sangrientas escenas forman parte de la Semana Santa en muchas zonas de Filipinas, donde algunos creyentes se autoinfligen castigos corporales para sufrir en sus carnes los azotes que recibió Jesucristo en su calvario hasta el monte Gólgota.
Para el Viernes Santo está previsto que aproximadamente una decena de penitentes se haga crucificar con clavos en la localidad de San Pedro Cutud, aledaña a San Fernando.
Decenas de miles de locales y turistas acuden cada año a las flagelaciones y crucifixiones de Semana Santa, a pesar de que las autoridades locales de la Iglesia Católica tratan de disuadir a sus feligreses de este tipo de rituales que consideran contrarios a los valores religiosos.