El presidente de EE.UU., Donald Trump, prevé anunciar este miércoles su reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel y ordenar que se traslade allí la embajada estadounidense, un anuncio que podría echar por tierra cualquier perspectiva de un proceso de paz mediado por Washington.
Trump dará a las 13:00 horas del miércoles (18:00 GMT) un discurso para anunciar su decisión sobre el estatus de Jerusalén, según adelantó hoy la Casa Blanca.
El mandatario dirá que Estados Unidos «reconoce a Jerusalén como capital de Israel», un paso que concibe como la admisión de «una realidad, tanto histórica como moderna», según indicó un funcionario de la Casa Blanca, que pidió el anonimato.
«El presidente cree que este es el momento adecuado y el paso adecuado que dar, especialmente con respecto a sus esperanzas de que se pueda alcanzar un acuerdo de paz», añadió un segundo funcionario estadounidense en una conferencia de prensa.
No obstante, Trump reconocerá «que las fronteras específicas de la soberanía israelí en Jerusalén estarán sujetas a negociaciones de estatus final» con los palestinos, y seguirá apoyando el «statu quo en el Monte del Templo» o Explanada de las Mezquitas, situado en la parte palestina de la ciudad, según el primer funcionario.
Estados Unidos se convertirá así en el único país del mundo que reconoce como capital de Israel a Jerusalén, donde ninguna nación tiene su embajada debido a que, tras la anexión israelí de la parte oriental de la urbe en 1980, la ONU llamó a la comunidad internacional a retirar sus legaciones de la Ciudad Santa.
Aunque Israel considera a Jerusalén su capital, la soberanía del país sobre la parte oriental de la urbe (Jerusalén Este) no está reconocida por gran parte de la comunidad internacional, y los palestinos quieren establecer allí la sede de su futuro estado.
Trump ordenará también al Departamento de Estado que «comience un proceso» para trasladar a Jerusalén la embajada estadounidense en Israel, pero ese proceso llevará al menos «3 o 4 años», según los funcionarios.
«Hay alrededor de 1.000 personas trabajando en la embajada en Tel Aviv, y no tenemos una instalación que pueda acogerlos en Jerusalén. Llevará tiempo encontrar un lugar, asegurarnos de que es seguro, diseñar una nueva embajada y construirla», explicó la fuente.
El presidente habló hoy con cinco líderes de la región para comunicarles su decisión: el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, el rey Abdalá II de Jordania, el presidente de Egipto, Abdelfatah Al Sisi, y el rey de Arabia Saudí, Salman bin Abdelaziz.
Sus cuatro interlocutores árabes expresaron su preocupación por la posible medida, que rompería el consenso de la comunidad internacional sobre el estatus de Jerusalén.
Durante la campaña electoral de 2016, Trump prometió que trasladaría a Jerusalén la embajada estadounidense en Israel, y la Casa Blanca adelantó en los últimos días que la cuestión no es si el presidente ordenará o no ese cambio, sino «cuándo» lo haría.
Una ley estadounidense de 1995 insta a Washington a trasladar su embajada a Jerusalén, pero esa medida nunca ha llegado a aplicarse porque todos los presidentes desde Bill Clinton han postergado periódicamente su implementación.
Trump hizo lo mismo que sus predecesores el pasado junio, y este miércoles volverá a posponer la implementación de la ley durante seis meses más, debido a que todavía no hay ninguna instalación en Jerusalén preparada para convertirse en embajada, según los funcionarios estadounidenses.
No está claro qué pretende conseguir Trump con esa medida, que pone en riesgo el futuro de cualquier esfuerzo de paz mediado por Washington en un momento en el que su yerno y asesor, Jared Kushner, ultimaba los detalles de su plan para la paz en Oriente Próximo.
«La localización física de la embajada estadounidense no es un impedimento para la paz», argumentó el primer funcionario que habló con la prensa.
Pero el futuro de Jerusalén es «el tema más sensible y volátil en las negociaciones» de paz, según Aaron David Miller, un analista que asesoró al Gobierno de Clinton en el proceso de paz de los años 90.
Según opinó Miller en la página web de la cadena CNN, la decisión sobre Jerusalén se debe a «una combinación de la frustración de Trump respecto a tener que postergar de nuevo (la aplicación de la ley) y sobre la falta de cumplimiento de su promesa electoral, y de su deseo obstinado de hacer algo que sus predecesores no hayan hecho nunca».