Muchos lo declararon moribundo en las elecciones de 2012, pero la paralización del Gobierno de EE UU ha demostrado que el movimiento ultraconservador Tea Party es capaz de ahogar el pragmatismo de los líderes republicanos para erigirse en gran vencedor, al menos temporal, de la crisis fiscal. Se apoyan en pequeños grupos de activistas y en los cheques en blanco de multimillonarios conservadores como los hermanos Koch, y han logrado, pese a ser una minoría en el Congreso, «atar las manos» del presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, y el resto de líderes moderados del partido.
Nombres como los del senador Ted Cruz o los congresistas Michele Bachmann y Steve King han pasado a ocupar tantos titulares como el propio Boehner, convencidos de que paralizar la Administración es un mal menor en una batalla sin cuartel contra el mayor logro interno de la presidencia de Barack Obama: su reforma sanitaria. «En los últimos dos meses hemos seguido juntos un modelo para detener ese estropicio, ese desastre, esa pesadilla que es 'Obamacare'» (como han bautizado los republicanos a la reforma), dijo Cruz el viernes en la conferencia Votantes de Valores, que reúne anualmente a figuras conservadoras en Washington.
Incapaces de derrotar la reforma sanitaria en los tribunales o las urnas, el Tea Party y sus apoyos financieros planearon desde comienzos de este año una nueva estrategia, que acabó vinculándose a la negativa de seguir financiando el Gobierno federal si no se eliminaban los fondos para esa legislación. «Básicamente, forzaron el cierre del Gobierno. Han conseguido una victoria temporal», dijo James Thurber, director del centro de estudios del Congreso y la presidencia en la American University (AU) de Washington.
El propio Obama se ha visto obligado a admitir ese triunfo, denunciando repetidamente que «una facción de un partido en una cámara del Congreso» haya paralizado su Administración. El pulso del Tea Party ha sorprendido a quienes pronosticaron su decadencia en las elecciones de 2012, en las que perdieron varios escaños en un claro «revés» respecto a los comicios de 2010, que marcaron su ascenso a la escena nacional, recordó Thurber.