La revuelta egipcia saltó ayer de las calles a los despachos, con el inicio del diálogo entre el vicepresidente del país, Omar Suleimán, y los grupos opositores para sentar las bases de lo que deberá ser la transición a la democracia.
La reunión dejó una imagen sin precedentes en la historia reciente de Egipto: en la cabecera de una mesa ovalada, bajo un gran retrato del presidente Hosni Mubarak, se situó Suleimán, y a sus lados los representantes de las principales fuerzas opositoras, incluidos los ilegalizados Hermanos Musulmanes.
El Gobierno reconoció como «legítimas» las demandas de los cientos de miles de egipcios que han salido a las calles desde el 25 de enero, y se comprometió a negociar reformas constitucionales y a poner fin a la Ley de Emergencia, en vigor desde 1981.
Reforma constitucional
En un comunicado difundido a la salida de la reunión, se especificó que se modificarán los artículos 76 y 77 de la carta magna, que estipulan los requisitos para ser candidato presidencial y el número de mandatos a los que puede optar el jefe de Estado.
Los acuerdos pretenden «una transición pacífica del poder dentro del marco constitucional», según el comunicado, que anuncia la creación de una comisión de representantes judiciales y políticos que presentarán un informe antes de marzo con sus propuestas.
Después del viernes, que había sido bautizado como el 'día de la salida' por los manifestantes, el régimen de Mubarak ha conseguido recuperar la iniciativa política y parece haber persuadido a la oposición de que tendrá que negociar para conseguir resultados.
En el diálogo ha asumido un papel preponderante Suleimán, que se consagra como el encargado de liderar la transición y a quien muchos reclaman que sustituya ya a Mubarak al frente del país.
Sin embargo, la principal fuerza de oposición, los Hermanos Musulmanes, ha puesto entre paréntesis los avances logrados al destacar que los acuerdos son «insuficientes». «La reunió fue solo un primer paso para examinar al régimen y ver si realmente tiene buenas intenciones», afirmó el dirigente de la organización islámica Saad Katatni.
Islamistas
El grupo islámico, que hasta el momento se había negado a sentarse a negociar con los miembros del Gobierno, justificó su cambio con el argumento de que su presencia en el diálogo busca «dar garantías a los derechos de la revolución».
Para los Hermanos Musulmanes, tradicionalmente perseguidos por las autoridades, Egipto vive «en una nueva legitimidad», puesto que el régimen de Mubarak «ya no existe, y si existe, es tan solo de una manera física», según Katatni.
Pese al inicio de las negociaciones y al comienzo de una relativa normalidad con la apertura de los bancos, miles de manifestantes continuaron ayer en la plaza Tahrir con sus demandas y el mensaje de que no cejarán hasta que Hosni Mubarak abandone el poder.