Los panameños están convocados hoy a las urnas para elegir a un nuevo presidente en unos comicios en los que la derecha podría tomar el poder de la mano del multimillonario Ricardo Martinelli, quien encabeza todas las encuestas con más del 50% de los votos, superando a la candidata oficialista Balbina Herrera.
Todo parece indicar que la popularidad del actual mandatario, Martín Torrijos, quien goza de una aceptación superior al 50%, no será suficiente para que su grupo político, el Partido Revolucionario Democrático (PRD), pueda continuar al frente del Gobierno.
El Tribunal Electoral de Panamá ha informado de que más de 2'2 millones de personas participarán en estos comicios en los que deberán elegir, además del presidente, a 71 diputados del Congreso y 20 miembros del Parlamento Centroamericano. En el interior del país se elegirá a 75 alcaldes, 623 representantes de corregimiento y siete concejales.
Estas serán las cuartas elecciones que se celebren en Panamá después de que en 1989 una incursión del Ejército de Estados Unidos pusiera fin al régimen de facto del ex general Manuel Antonio Noriega, quien actualmente se encuentra cumpliendo condena en Miami a la espera de ser extraditado a Francia.
Desde el viernes, los panameños se encuentran en un tiempo de reflexión tras una intensa campaña electoral en la que no faltaron las polémicas y los descréditos por parte de los candidatos que luchan por llegar al Palacio de las Garzas y gobernar en los próximos cinco años.
Pese a que son más de 700 los cargos que se elegirán, la pugna se ha centrado en la presidencia. Son tres los candidatos que con mayor fuerza han alcanzado cierto favoritismo en la ciudadanía, aunque finalmente son dos los que se juegan la silla presidencial.
Pero las encuestas publicadas en los últimos meses dan una amplia ventaja a Ricardo Martinelli, que representa a los partidos de la Alianza por el Cambio. Este multimillonario de 57 años buscará por segunda vez la presidencia, tras haber perdido ante Torrijos en el año 2004. El triunfo de Martinelli pondría fin a la alternabilidad de las fuerzas tradicionales.