El asesinato de Benazir Bhutto sumió al país en el caos, ya que sus partidarios se echaron a la calle protagonizando escenas de violencia, y generando serias dudas de cara a la celebración de las elecciones parlamentarias del próximo 8 de enero. El presidente, Pervez Musharraf, condenó su asesinato, que calificó de «gran tragedia para la nación», al tiempo que prometió que no permanecerá impasible a menos que los terroristas que la han asesinado «sean eliminados». Convocó una reunión de emergencia junto al primer ministro, Mohammadmian Soomro, para analizar la situación, tras la que declaró tres días de luto nacional. Mientras las fuerzas de seguridad eran puestas en estado de alerta, tiendas y gasolineras cerraban en varias ciudades del país y se registraban conatos de violencia de indignados seguidores de Bhutto.
En un breve mensaje televisado, Musharraf calificó el fallecimiento de Bhutto de «gran tragedia nacional» y ofreció sus condolencias a las familias de las víctimas del atentado.
Al menos 14 personas murieron en disturbios registrados en varios puntos del país, informaron medios paquistaníes. Diez personas fallecieron en tiroteos en la ciudad sureña de Karachi, donde activistas del Partido Popular de Pakistán de Bhutto incendiaron vehículos y gasolineras en varias partes de la ciudad, según una fuente policial citada por las televisiones locales.
Otras dos personas murieron en Lahore, donde seguidores de Bhutto también incendiaron comercios, autobuses y coches, según un jefe policial de la región. En Tando Allahyar, en la provincia suroriental de Sindh, la Policía cargó contra una protesta y el choque se saldó con la muerte de un manifestante. Los activistas del PPP reaccionaron a la muerte de su líder atacando objetivos de la gubernamental Liga Musulmana de Pakistán-Q y quemando gasolineras y vehículos.