Cecilia Ciganer-Albéniz, hasta ahora esposa del presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha justificado el divorcio con el argumento de que la pareja ya no podía ser reconstruida, mientas que la prensa ahonda en la situación atípica de un presidente de la República que vive solo. Tras semanas de comentarios e informaciones sobre la inminencia de la ruptura del matrimonio, el Palacio del Elíseo confirmó el jueves que el divorcio ya había sido formalizado y que la pareja no haría comentarios.
Fiel al estilo inconformista que le ha caracterizado, Cecilia ha hecho caso omiso y una entrevista suya aparece ayer en el diario regional «L'Est républicain», al que ya había hecho declaraciones en alguna ocasión
En la entrevista la breve «Primera Dama» francesa admite que en 2005 encontró a una persona de la que se enamoró y por la que dejó «precipitadamente» el hogar conyugal, en alusión al publicista Richard Attias, con el que mantuvo una relación que fue de dominio público cuando aparecieron fotografías en una conocida revista.
Aunque volvió al domicilio conyugal hace un año para «reconstruir» el vínculo con Sarkozy la situación era difícil: «Lo hemos intentado, hemos puesto la familia por delante de todo. Yo he intentado todo, pero ya no era posible», asegura Cecilia.
A un mes para cumplir los cincuenta años, Ciganer-Albéniz asegura que lo que le ha ocurrido le pasa «a millones de personas. Un día la pareja ya no es la cosa más esencial de tu vida, ya no funciona».
Por eso, «porque no estaba bien» se retiró antes de tiempo de la cumbre del G-8 en Alemania, en junio pasado, o no acudió a votar en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, en mayo, que llevaron a su entonces marido al Elíseo.
A las dificultades de la vida en pareja- «que no llegan de un día para otro» - se ha unido la carrera política del marido y el hecho de estar bajo los proyectores, ya que Cecilia ha acompañado en los últimos años a Nicolas Sarkozy, tanto en su trabajo diario como para dar la imagen de una familia modélica, que se quebró en 2005.
«La vida pública no me corresponde. Yo amo estar a la sombra, la tranquilidad. Pero cuando una se casa con un político lo público y lo privado son una misma cosa.
Es el comienzo de los problemas», afirma, a pesar de que en años precedentes han sido numerosos los reportajes dedicados a la familia con su consentimiento.
Una parte de la prensa francesa sugiere que el interés, a veces morboso, sobre la suerte del matrimonio Sarkozy es el reverso de la moneda, después de haber jugado antes la carta de la familia ideal y de haber comparecido en revistas de papel satinado y en reportajes televisivos junto a empresarios de éxito o artistas.