La histórica cumbre de los líderes de ambas Coreas comenzó ayer en Pyongyang entre parafernalia comunista, multitudes ordenadas y actos simbólicos para representar el deseo de reconciliación de dos países que siguen técnicamente en guerra. Dos imágenes resumen la jornada: el presidente surcoreano, Roh Moo-hyun, cruzando por primera vez a pie la frontera más protegida del mundo y el hermético líder norcoreano, Kim Jong-il, recibiéndolo por sorpresa ante miles de personas vestidas con trajes típicos, que agitaban flores de papel y gritaban «unificación».
Kim, más serio de lo habitual, y Roh se conocieron con un formal apretón de manos durante esa ceremonia pública de 12 minutos en una amplia plaza de Pyongyang, donde hubo un desfile militar, entrega de ramos de flores y llantos de entusiasmo ante el «amado líder». Roh había sido recibido a la entrada de Pyongyang por el «número dos» del régimen, Kim Yong-nam, para recorrer con él en coche descubierto las calles con multitudes en orden que, a ambos lados, aplaudían y saltaban para darle la bienvenida, según la retransmisión por televisión desde Pyongyang.
Está previsto que hoy, Roh y Kim mantengan al menos dos encuentros bilaterales y que el surcoreano asista al espectáculo gimnástico de masas norcoreano «Arirang», antes de cerrar mañana el encuentro con su regreso por carretera a Seúl.
La cumbre entre los líderes de Corea del Norte y Corea del Sur es sólo la segunda en medio siglo y su objetivo es la búsqueda de la paz en una península dividida según el paralelo 38 tras la guerra que en 1953 creó dos naciones que nunca firmaron un tratado de paz.
Antes de cruzar a pie la Línea de Demarcación Militar, último bastión de la Guerra Fría vigilado por medio millón de soldados, el presidente Roh dijo que esa «barrera ha dividido a nuestro pueblo durante medio siglo», pero espera ahora que «más gente la atraviese, para que así se derrumbe». Roh apuntó que el fin del encuentro, el segundo de líderes coreanos tras el celebrado en 2000, es «acelerar la lenta marcha» de la reconciliación, si bien avisó de que hay «límites» sobre lo que se podrá lograr y destacó la necesidad de ser «pragmático».