El emisario ruso para Kosovo, Víctor Chernomirdin, se declaró ayer «muy satisfecho» tras su entrevista en Belgrado con el presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, que parece haber revitalizado un proceso negociador que Moscú veía entrar en vía muerta. «Hemos concertado detalladamente nuestra posición de cara a las próximas reuniones» con los representantes de EE UU -el subsecretario de Estado Strobe Talbott- y la Unión Europea -el presidente finlandés, Martti Ahtisaari-, dijo el emisario ruso.
Chernomirdin se mostró «seguro en un 95-97» por ciento de que podrá volver a Belgrado la próxima semana acompañado por Ahtisaari. La ausencia del presidente finlandés en Belgrado y las palabras de desaliento de Chernomirdin fueron una mala señal para las conversaciones de hoy, a las que por primera vez se incorporaron altos cargos militares rusos y yugoslavos.
En su comunicado, Milosevic no despejó en qué puntos ha podido avanzar con el negociador ruso, pero insistió en que Yugoslavia «acepta los principios generales del G-8 (Grupo de los Siete países más industrializados del mundo más Rusia) y está conforme con que el Consejo de Seguridad de la ONU adopte una resolución basada en la Carta de las Naciones Unidas».
Milosevic puso énfasis en este último punto, al reiterar que para que haya una solución política «es indispensable en la actual situación de conflicto que todo el problema se traslade a la ONU, al Consejo de Seguridad». Los dos aspectos más conflictivos del plan del G-8, que aún debe adoptar la forma de resolución de la ONU, son la retirada de las tropas yugoslavas de Kosovo y el despliegue de una fuerza internacional.