María Adánez: «En ‘Aquí no hay quien viva’ aprendí a respetar los textos bien escritos»

La conocida actriz protagoniza 'La gramática', que llega el 4 de julio al Teatre Principal de Palma

María Adánez

María Adánez protagoniza 'La gramática', de Ernesto Caballero. La obra se podrá ver el próximo viernes a las 20.00 horas en el Teatre Principal de Palma | Foto: Carlos Luque

| Palma |

Una mujer limpia las instalaciones de la Real Academia Española cuando, de repente, una altísima estantería con todas las gramáticas del castellano, desde la de Nebrija hasta la más actual, se le cae encima. El accidente le provoca algo curioso: ha interiorizado todo ese conocimiento y se ha convertido en una erudita de la lengua. Sin embargo, este cambio hace que sus seres queridos se alejen de ella e incluso la echan del trabajo. Por ello, la mujer acude a un terapeuta, un neurocientífico que la ayudará a olvidar lo aprendido para volver a ser la que era. Este es la premisa de La gramática, la nueva obra de Ernesto Caballero que traerá al Teatre Principal de Palma a María Adánez –conocida por su papel en la serie Aquí no hay quien viva– y José Troncoso. La cita es el próximo viernes 4 de julio a las 20.00 horas.

¿Estamos ante una comedia sobre un tema muy profundo?
—Así es. Mi personaje es un alter ego del dramaturgo Ernesto Caballero, uno de los grandes sabios de esa generación que queda en el teatro. Hablar con él sobre cualquier cosa es un estímulo. En este caso, él tuvo el impulso de escribir esta obra sobre el amor a la palabra en un contexto en el que percibe, desolado, cómo el uso del lenguaje, por parte de los políticos y en redes sociales, va a menos. En las redes vemos que es debido a la rapidez, al descuido de la forma. Antes estaba bien visto hablar bien, no había prejuicios al respecto, sino más bien al contrario: era algo bueno. Ahora, sin embargo, lo cool, lo divertido, es hablar mal y hablar bien es cosa de culturetas, gente elitista o finolis.

¿Se acabó eso de querer ser más listos? Con la moda de los influencers parece que lo más importante es el cuerpo y no lo que hay en nuestra cabeza...
—Al final lo más importante no es que uno pese diez kilos más o menos, aunque sobre todo para las mujeres parece que sí lo sea a nivel social. Siempre reivindico que somos personas que interpretamos personajes. Uno puede ser el actor que quiera, pero lo fundamental es ser bueno. Si quieres estar en forma, perfecto, pero no es lo primordial. Lo esencial es tener paz mental, estar bien con uno mismo, pero sí hay que cultivarnos a nosotros mismos.

Entre las reflexiones que se desprenden de esta comedia es cómo el lenguaje articula o configura nuestro pensamiento...
—Sí, pero la comedia radica en el sufrimiento de ella, de lo que soy y lo que quiero volver a ser. La fábula es que se le caen todos los tomos de la gramática, pero el conflicto está ahí, en que quiere volver a ser la de antes. Lo gracioso es que vemos a una mujer en conflicto ante un cuento que obviamente no podría suceder. Ahí está la originalidad de la obra de Ernesto. Además, lanza preguntas a los espectadores, muchas sin respuesta, ese es el teatro que me gusta: el que no adoctrina ni enseña, sino el que suscita debate. Aquí hay varias cosas, como ese hablar mal que está de moda o el reflexionar sobre que somos lo que hablamos. Nuestro lenguaje condiciona nuestra realidad y eso va ligado a la educación. El ser humano encuentra palabras para poder comunicarse y eso va modificando el lenguaje a lo largo de los años. Todo lo que se está fraguando ahora con los anglicismos que usan los jóvenes acabará formando parte de la lengua. Por ejemplo, leer a Shakespeare hoy en día es complicado, pero en realidad él hacía teatro para el pueblo. Un pueblo que, dicho sea de paso, era más culto, aunque no sabía ni leer ni escribir, pero sí escuchar. Shakespeare siempre reflexionaba sobre lo que pasaba y eso no era para las altas clases.

Sí que han cambiado las cosas...
—¡Mucho! El teatro siempre ha sido el espejo de la sociedad, donde iba la gente que no sabía leer. La generación de mis padres escuchaba la radio novela. Si escuchas alguna podrás comprobar la riqueza del vocabulario que se usaba, algo que ahora se ha perdido a favor de la rapidez.

La palabra, como las emociones son la materia prima de su trabajo como actriz. ¿Alguna vez le ha preocupado algún aspecto del lenguaje?
—Efectivamente, el teatro es disciplina, aprendizaje, es poder tener en tus manos un texto durante año y medio y hacer que forme parte de ti. Te permite un estudio más profundo de tu personaje, de cómo escribe el autor... El teatro te brinda la oportunidad de estar más cerca de la cultura. Después de La gramática voy a hacer Panorama desde el puente, de Arthur Miller. De él ya representé Las brujas de Salem. Una obra que está de plena actualidad con el tema de la inmigración en Estados Unidos con el señor Donald Trump...

En La gramática la protagonista obtiene esos conocimientos de forma inmediata y abrupta, pero si lo trasladamos a la vida real, podría ser la historia de cualquier persona de familia trabajadora que quiere formarse. Y no siempre cuentan con el apoyo de la familia...
—Eso es así en muchos lugares del mundo, desafortunadamente. Hay entornos peores y mejores, pero está claro que naces con la semilla de la sensibilidad y luego se puede fomentar, enriquecer. En mi caso, a mi hijo de cuatro años le encanta la música, así que le pongo mucha. Luego ya hará lo que quiera, pero quiero fomentar esa sensibilidad. Como madre estoy convencida de que venimos de serie, de cuna con una sensibilidad y que luego tu entorno puede estimular que crezca.

Imagino que de todos los proyectos ha aprendido algo. ¿Qué le ha enseñado La gramática?
—El amor por la palabra, el gusto de decir textos con esa riqueza. Si normalmente tardo dos meses en aprender una función, aquí he tardado el doble. Mi cerebro no estaba acostumbrado a ese nivel. ¡Qué satisfacción, qué gusto haberme aprendido un texto así! Después de Panorama desde el puente ya estoy preparando un clásico junto a Ernesto.

¿Y qué aprendió de Aquí no hay quien viva?
—Pues, volviendo a la palabra escrita, acepté el proyecto porque estaba escrito como dios. Prueba de que así es que todavía funciona a día de hoy. Aprendí a respetar los buenos textos escritos. A veces los actores intentamos improvisar, pero si están así de bien escritos no hace falta. Aprendí esa disciplina: el actor no tiene que hacer nada más que aprendérselo.

Sin comentarios

No hay ningún comentario por el momento.

Lo más visto