Este 2025 se conmemora el 50 aniversario de la celebración del Congrés de Cultura Catalana (1975-1977), una espacio de «reflexión colectiva» sobre el estado de la sociedad y el futuro que se presentaba con el inicio de la democracia. Entre sus frutos está la fundación de la Associació d’Escriptors en Llengua Catalana (AELC), que desde hace tres años preside el autor mallorquín Sebastià Portell (Ses Salines, 1992).
Ahora, medio siglo después, se organiza un nuevo Congrés de Cultura Catalana en los diferentes territorios del dominio lingüístico catalán, entre ellos Mallorca. En este marco se ha llevado a cabo este miércoles en Ca n’Oleo (Palma) una conversación con los escritores Rosa Planas –colaboradora de esta casa– e Ismael Pelegrí, que ha sido moderada por Pere Gomila, vicepresidente de la AELC para las Islas.

Para Portell, este nuevo congreso implica «volver a debatir y repensar cómo queremos vivir». «Aunque a priori parezca un objetivo etéreo, hay que tener en cuenta de que del primero surgió, además de la AELC, la Unió de Pagesos de Mallorca, por poner un ejemplo. La estructura que tenían las dos Generalitats y el Govern balear de los ochenta debían mucho al resultado del congreso, que tuvo un impacto muy importante. Como hija del Congrés, desde la AELC decidimos participar con un debate sobre la situación de los autores, sobre dónde estamos, qué hemos conseguido y qué deberíamos mejorar», razona.
El balance de Portell es en parte positivo, pero también realista. «En los actos celebrados en València y Barcelona estas semanas nos hemos dado cuenta de que el conjunto de asociados coincide con que la AELC ha cumplido unos objetivos que se marcó desde su fundación: tenemos modelos de contratos, documentos de buenas prácticas, interlocución con las instituciones... En este apartado falta, lamentablemente, València, cuyo gobierno actual no quiere ni oír hablar de nosotros», explica.
Por otra parte, reconoce que todavía queda mucho por hacer, especialmente en materia de fomento de la lectura. «Nunca se había escrito y traducido tanto en catalán, pero el problema es que en las Islas no hay un plan claro para fomentar la lectura. Hay iniciativas muy interesantes como las de la Fundació Mallorca Literària, pero no hay una estrategia. Y puede que fuera tan sencillo como poner orden, comunicarnos entre todos. Los anuncios publicitarios no funcionan, lo importante es tener una estructura, que las bibliotecas estén bien dotadas, que cada una tenga su club de lectura que remunere a sus autores, que en los institutos se ponga la lectura en el centro».
Otro asunto clave es la profesionalización de escritores y traductores, algo que quedó reflejado en el estudio que promovió la entidad en 2023, Escriure en català. «Solamente se habían realizado informes de este tipo en 2007 y 2014. A partir del último, del 2023, establecimos que se harán de forma periódica cada cuatro años. Es fundamental realizar estos estudios porque sin datos no podemos negociar con las administraciones ni con las editoriales, además, los necesitamos para poder saber qué deberes tenemos. Al final, la AELC es una asociación cultural, pero tiene vocación de sindicato: mejorar las condiciones en las que los autores creamos», aclara.
Sobre el debate de si se publica o no demasiado, Portell se muestra firme: «Nunca se publicará demasiado en catalán». «Actualmente, el volumen de publicación está al nivel del danés, el sueco o el griego y, de hecho, en algunos géneros es superior. Lo que ocurre es que tal vez falta un sistema que lo ordene todo, como por ejemplo una crítica robusta y consolidada. Faltan espacios de crítica, tanto en los medios como en publicaciones académicas. Además, hace años que arrastramos una desconexión con la universidad, que precisamente también tiene la labor de ordenar y criticar», explica. Con todo, alaba la labor de difusión del Departament de Filologia Catalana de la UIB, pero avisa que «se debería generalizar a todo nuestro dominio lingüístico». «Si miramos los datos, no se publica demasiado, pero hay que filtrar. Por ejemplo, saber cuáles son os mejores libros publicados en los últimos años o reflexionar sobre qué títulos pasarán a ser clásicos. Y eso depende de la cadena de valor del libro. Así, por ejemplo, hay que tener en cuenta si los editores saben vender y comunicar los libros que publican, pensar qué títulos priorizan los libreros o que la prensa sepa señalar cuáles valen la pena. Y, cómo no, los lectores. Nos falta cultura lectora», analiza.
En este sentido, compara la «idealización de que la cultura francesa sí tiene esa cultura lectora, de que han leído a los clásicos y, por tanto, son capaces de identificar guiños e influencias. Si alguien reescribe La plaça del Diamant, entenderá el referente? Deberíamos podernos permitir ese lujo. Nos falta cultura lectora, una carencia que está muy relacionada con el hecho de que nuestra lengua ha sido prohibida y minorizada durante siglos. Ahora estamos empezando a romper con eso, pero es que en los 70 y 80 había, por ejemplo, un prejuicio inmenso hacia las traducciones en catalán, algo ya está separadísimo», compara. En conjunto, Portell afirma que «los autores en lengua catalana podemos estar orgullosos del trabajo hecho durante estos 50 años, en los que se ha normalizado los géneros literarios, la gente se ha acostumbrado a leer novela negra en catalán, ¡a saber que en sus pueblos y ciudades hay escritores! Ahora la pantalla es diferente y sí, eso invita al optimismo. Por lo demás, hay mucho por hacer».
Respecto al balance que hace de su gestión al frente de la AELC -cargo que asumió hace justo un año-, Portell se muestra «contento» con el trabajo hecho, pero no solamente el suyo como presidente, puntualiza, sino de toda la junta, formada por quince personas. «Todos ellos tienen un proyecto anual como mínimo, están al día de lo que sucede en cada territorio, de si hay que organizar reuniones, emitir comunicados... Tenemos una junta cohesionada y muy implicada, algo que no ha sido siempre así». Sobre los proyectos que están en marcha, avanza que están trabajando en la redacción de nuevos modelos de contratos de edición, porque «la asociación de editores de Catalunya se han negado a negociar el que teníamos de 2011 y no podemos tener contratos de hace 14 años; así que estamos elaborando contratos propios, que esperamos publicar en otoño».
La presidencia de la AELC, reconoce, le ha quitado «espacio mental para escribir». «El cargo no me da para imaginar ni construir nuevos mundos. En cambio, mi trabajo como autor ahora se centra más en la traducción, lo cual también celebro. Es un aprendizaje que he hecho y, afortunadamente, me han salido varios encargos de traducción», cuenta. El último volumen que tradujo es de hace unos pocos meses: Envia nudes (Bromera), de Saba Sams, pero ya está trabajando en otros títulos, como el nuevo libro infantil de Berta Dávila, que ya tradujo para Sembra Llibres Un elefant a la sala d'estar.
MargarethaSes comunitats catalanoparlants existeixen: ses Illes Balears, bona part de València, Catalunya i sa franja oriental d'Aragó, que confronta amb Lleida. Les pots anomenar com vulguis, però existeixen. En canvi, s'Espanya monolingüe castellana que somiau es nacionalistes espanyols no ha existit mai i no arribarà.