Aina Riera Serra (Palma, 1982) se topó con el libro L’home dalt del pont. Diari d’Hiroshima i Nagasaki, que «recoge el pensamiento del filósofo alemán Günter Anders –quien fuera pareja de Hannah Arendt– sobre los desastres de la bomba atómica y sus consecuencias». Luego, el interés fue in crescendo y leyó la correspondencia que mantuvo Anders con Claude Eatherly, uno de los pilotos que participó en el lanzamiento de la bomba de Hiroshima. «Pensé que todas las reflexiones que intercambiaban tenían un poso filosófico y poético muy potente», asegura la poeta, que presentará este martes por la tarde en Drac Màgic (19.00 horas) el resultado de este planteamiento: Aquest llegat (Lleonard Muntaner).
«Quería descubrir cómo traducir en clave poética todas aquellas ideas y el sentimiento de culpa que sentía Eatherly por haber participado indirectamente en el lanzamiento de la bomba», razona la periodista que, además, en aquel momento trabajaba en la sección internacional de los servicios informativos de IB3, donde recibían a diario noticias sobre las continuas amenazas, a menudo «llamadas de atención de los países involucrados en la carrera armamentística», como Estados Unidos, Corea del Norte, China, Francia, Rusia, Reino Unido, Israel, India y Pakistán. «No deja de sorprenderme y asustarme toda esta performatividad bélica que nos obliga a familiarizarnos con el miedo y la fragilidad», añade.
De esta manera, el libro parte del «pensamiento antibelicista» de Anders y su reflexión sobre la «deriva autodestructiva de la humanidad a menudo justificada por el afán tecnológico y científico». En la primera parte, la autora aborda la «fragilidad del mundo, capaz de ser destruido con un solo botón, y de la carrera armamentística en una suerte de guerra fría que continúa latente». «Como el propio Anders, quería cuestionarme si, en este legado, hay una cierta herencia de la culpa, una culpa que no tendría como objetivo hacernos el camino más arduo o adquirir responsabilidades que no nos pertenecen, pero sí que podría desencadenar en una toma de conciencia sobre los errores del pasado y sobre las posibilidades de reparación».
De la guerra pasa a la «Hi Ha» y a la Inteligencia Artificial (IA) que, como bien señala, constituye un modelo de lenguaje «sin opinión personal», porque «su función es proporcionar información precisa y objetiva» y resolver consultas específicas. «En la obra hay un juego de palabras, un juego cacofónico», aclara. Por una parte, continúa, «está la vida que quiere nacer, que quiere aparecer, eclosionar» y que se basa en «el concepto que ya usaba Maurice Merleau-Ponty para hablar de ‘il y a’, aquello que quiere ser. ¿Qué Hi Ha puede emerger en un mundo en continua amenaza? ¿Qué tipo de bienvenida le podremos dar?».
Y, por otra, Riera explica que «hay una madre que espera esta nueva vida, este Hi Ha que no llega a nacer nunca. La madre empoeza a hablar a una IA, que es en realidad el bot del chat gpt, y que sólo es capaz de darle respuestas automáticas a preguntas de carácter filosófico». Así las cosas, «el lenguaje poético y el algorítmico dialogan en este poemario para poner en evidencia las virtudes y las carencias de uno y de otro».
De hecho, la voz poética llega a preguntar al algoritmo si es una buena madre. ¿Buscamos el consuelo, pues, en la tecnología? Para la autora, «el consuelo a veces llega simplemente con la presencia, con la escucha y con el no juicio. He aprendido, estoy aprendiendo, que los remedios, los consejos, las respuestas adquiridas a veces no sirven para nada». «La tecnología, este gran cerebro que es la IA, nos puede ofrecer muchas respuestas, pero ¿son las que necesitamos? ¿Podemos encontrar consuelo en un bot? En este caso, las preguntas de la madre son preguntas de resistencia frente a un mundo sin ojos orquestado por una máquina», justifica. «Creo que mientras la humanidad mantenga un cierto distanciamiento, la capacidad de interrogarse, de distinguir los límites entre el hecho humano y el hecho mecánico, quedará siempre un espacio para la esperanza. Un sentimiento que podría ser importante hoy en día, en la línea de la búsqueda de sentido», concluye.