No ha descubierto nada, sus canciones parecen de siempre, carecen de ese ímpetu explorador que marca los anales de la música. Pero son valiosas por su precisión de ejecución, así como por la profundidad de su voz dulce aunque no exenta de garra. James Blunt controla la situación con una presencia poderosa, de artista de altos vuelos –nadie reúne 3.000 almas si carece de entidad y carácter–. Muchos le reconocen como un autor one hit wonder, –artistas con un sólo éxito–, pero el mercado anglosajón le venera como solo lo hace con los elegidos, de ahí que el grueso del público fuese inglés y alemán.
Alzó el telón con Beside you, un tema que perfila los altibajos emocionales, donde le canta a las consecuencias de ‘desplomarse como una ficha de dominó'. Delirio entre el público, que le dedicó una sonora ovación que agradeció con una discreta reverencia, fiel a su flema británica.
Artista
Ambiente de gala en esta segunda cita del Palma Concert Series, para recibir a un artista que a orillas del nuevo siglo se odiaba o se veneraba. No había término medio.
Con su imagen cuidadosamente desaliñada, James Blunt saludó en un correcto castellano y fue desgranando su pop melódico, por momentos optimista, por momentos decaído, en la línea azucarada de otros artistas que parecen más postizos que sinceros. Su fórmula funciona mejor porque es como él: no es despampanante, pero sí resultón. A continuación empalmó Saving a life y Wiseman, dos cortes separados por casi una veintena de años que son la clara síntesis de su evolución como artista. El inglés seguía sin escatimar intensidad en su lectura de un repertorio lúcido que le echa el lazo a los fans con firmeza. Aunque a algunos les pueda parecer monótono. Pero, más allá de análisis críticos, si algo hay que reconocerle al británico es una puesta en escena milimétrica, que se sirve de una banda que suena con la fuerza de un tornado. Un conjunto capaz de cambiar de registro y acariciar la sutileza en los temas más sosegados. En esa dualidad reside su grandeza.
Efectivo
El núcleo de sus canciones es tan simple como efectivo, habla de gente machacada por una sociedad que les despoja de lo más hermoso, sus ilusiones. Pero no se regodea en la miseria, muestra el colmillo en estribillos repletos de energía que por momentos incitan el baile. No cabe duda que suena más aguerrido en directo que encerrado en el plástico. Bajo los focos su repertorio es más pertinente, más rocoso, proyecta una mayor gama de sentimientos, actitudes e ideas. Y todo ello rematado por esa voz intensísima que sufre de amor, rabia y pena, pero que también sabe elevar el espíritu y bromear con el público con afilada ironía, acompañando cada comentario con una sonrisa cómplice.