La escritora gallega Berta Dávila (Santiago de Compostela, 1987) y Sebastià Portell (Ses Salines, 1992) conversarán este jueves a las 19.00 horas en la Llibreria Quart Creixent de Palma como parte del programa Afinidades Electivas del Ministerio de Cultura. El mallorquín publicó el pasado mes de septiembre Un elefant a la sala d'estar (Sembra Llibres), una traducción de la novela juvenil de Dávila que, como ella misma explica a Ultima Hora fue el primer proyecto que centró en este perfil de lectores. «Quería que la estructura narrativa se centrara en una protagonista ausente y que se cuenta a partir de otras voces», matiza. «Es un libro que trata de abordar el primer año de duelo de una familia por la muerte de Rosa. La intención era dar una lectura caleidoscópica de un proceso de duelo de una muerte postsuicidio, con todo el peso que conlleva por el estigma social», añade.
La traducción al catalán, reconoce la autora, le hizo especial ilusión por la «concomitancia entre ambos sistemas literarios, que son muy diferentes, pues el gallego es más pequeño por cuestión de número de habitantes del lugar entre otros factores y, sin embargo, comparten un contexto sociolingüístico por ser una lengua propia que tiene que convivir con una lengua hegemónica».
Así las cosas, la cultura catalana y gallega comparten la condición de lenguas minorizadas en una sociedad cada vez más global en la que se equipara la importancia de las lenguas con su número de hablantes, en detrimento de la diversidad. Frente a semejante panorama, ¿cómo afronta Dávila la creación en gallego? «En parte, lo vivo como una alusión permanente a la condición subalterna de lo que es, al fin y al cabo, la lengua propia de mi territorio, Galicia. Para mí, al cabo del día no es una cuestión que resuene en mi cotidianidad ni como autora, pero sí es cierto que lo tengo muy presente cuando autores de este tipo de lenguas recibimos preguntas y nos vemos en la situación de tener que defender una posición que si bien no es neutra, tampoco lo es desde la hegemonía», razona. De todas formas, continúa, «es inevitable tener que contestar cuestiones de este tipo por el contexto en el que estamos», lamenta. «Escribir en una idioma es una posición de facto, es una postura y un punto de partida», declara.
En cuanto a la relación entre traductor y autor traducido, Dávila reconoce que todavía no conoce personalmente a Portell, aunque, cuando este tradujo su obra sí que le comentó algunas dudas por correo electrónico.
«En general, entiendo que cualquier adaptación de un libro mío, sea en una lengua o formato distinto, como el cómic, es un trabajo que de la persona que lo hace. Por ello, siempre adopto una postura de colaboración y de respeto por el trabajo de otro. En este sentido, no soy nada conservadora ni celosa de mis textos; estoy para ayudar si surgen dudas. Lo mejor es depositar una confianza plena en la persona que quiere adaptar tus libros. La verdad es que las experiencias que he tenido hasta ahora han sido muy gratas, siento que mis textos de han traducido muy bien».
Literatura
La publicación más reciente de Dávila es La herida imaginaria (Destino), una novela que habla de «la búsqueda de consuelo» y que ahonda en «las heridas de la existencia». «Trata sobre todo lo que tiene que ver con burbujas de soledad y personajes que se encuentran y desencuentran. En ese sentido, gira en torno a conceptos y tiene un aspecto más irónico. Me interesa problematizar aspectos de la experiencia humana más íntima, como los vínculos familiares y los afectos en general; por eso he escrito sobre temas que se pueden relacionar unos con otros», detalla.
Desde esta perspectiva, ¿es la literatura un bálsamo? La escritora hace una distinción entre lectura y escritura. «Para mí, la escritura es un espacio de construcción, de proponer o levantar algo que antes no había. En cambio, la lectura puede ser un lugar de encuentro, de consuelo o refugio, no necesariamente emocional, pero sí un espacio que desde pequeña ha sido como un lugar seguro», precisa.