Miquel Ferrà i Martorell se ha dedicado a la enseñanza durante treinta años, por eso, no es de extrañar que el ambiente académico vaya apareciendo en sus obras literarias. De hecho, su última novela, Honoris Causa (Rapitbook), está protagonizada por «profesores que no olvidan su vida de estudiantes y de estudiantes que no dejarán nunca de ser profesores».
El veterano colaborador de Ultima Hora también se encarga de los dibujos que ilustran cada capítulo o relato, lo cual es «como si hiciera la novela dos veces, a través del dibujo y de las palabras». «Estos personajes han existido, los he conocido o me han contado sus experiencias o incluso a veces son cosas que me han sucedido a mí. El primero es un señor que llega a ser un gran científico, que investiga sobre el cerebro y el cáncer, una temática muy actual. A pesar de sus éxitos, este hombre nunca olvidó el drama que vivió durante la Guerra Civil», detalla.
Los siguientes, avanza, «son un profesor de Barcelona que se buscaba a sí mismo y que viaja a Bulgaria, donde se termina perdiendo de verdad; un capellán, que también escribe, y que se cuestiona por qué lo es, pues nunca ha podido dejar atrás un caso de pederastia de cuando era pequeño; un profesor que vive la revolución de Mayo del 68 en París que no terminó por cambiar nada y otro que cuenta los abusos que sufrió en la escuela y que aun así quiso dedicarse a la docencia». Finalmente, «cuento un episodio poco conocido de la Guerra Civil en Mallorca, cuando había una especie de pre-metro que iba desde el muelle hasta Plaça Espanya que servía para transportar mercancías y luego repartirla por los pueblos. Los rojos y sindicalistas aprovecharon estos túneles para esconderse, pero los falangistas terminaron encontrándolos».
El hilo argumental, señala, se basa en la creencia que «la vida es un viaje cíclico, que al final de nuestra existencia nos encontramos de nuevo con el comienzo, sin haber averiguado los enigmas que nos envuelven. Nos marchamos con las mismas preguntas sin resolver». La vida, declara, «es como una carrera de relevo en la que das el testigo a alguien que va detrás de ti y que es quien se encarga de continuar. Es como una carrera de obstáculos en las que el turno va pasando, es decir, transmitimos la influencia al que viene detrás».
Así las cosas, los personajes de estos relatos «dicen la suya, explican todo lo que quieren y luego ceden la palabra al próximo». «Mientras, sobrevuelan sobre ellos un fantasma que ataca cuando menos lo esperan: el cáncer. Siempre es insospechado y silencioso. Por eso es una novela breve y sintética, simboliza que la vida se escapa rápidamente y se lleva nuestra voz», afirma.
Educación
Sobre si la educación, docentes y alumnos, ha cambiado tanto como parece, Ferrà i Martorell declara que sí lo ha hecho «el sentido de una ética determinada», pero, en cambio, «los individuos siempre son los mismos». «Las personas, en el fondo, no cambian, pueden cambiar la conducta, pero siempre ha habido rebeldes, gente con mala conducta. Cuando como profesor te veías desarmado porque un niño de diez años se portaba mal en clase y te colgaba un muñeco en la espalda para reírse de ti, el maestro le daba un bofetón. Eso lógicamente ha cambiado, pero son los mismo que ahora dirán a un profesor que no está de acuerdo con lo que explica. En ese caso, afortunadamente no es tan cerrado y el profesor escucha y argumenta», relata.
En cuanto a si se ha perdido el respeto al docente, el escritor reconoce que sí, «pero que la persona tiene que hacerse a sí misma, La gran universidad es la vida, no es cuestión de si apruebas o suspendes, ya se encargará la vida de aprobarte o suspenderte. La tolerancia es buena cuando no es nociva, cuando contribuye a formar tu personalidad. Ya nadie se reiría de un chico por llevar pendientes o tatuajes, algo impensable en el franquismo, pero todos, al fin y al cabo, buscan tener una personalidad que les diferencie de los demás».
En este sentido, «el profesor tiene que entender que quien molesta no lo hace por diversión, sino que es una señal de que le pasa algo. Normalmente es debido a la separación de sus padres, que es algo muy doloroso para los hijos». «Tienes que hacer amigo del alumno y, entonces, todas esas malas conductas ya no te afectan como profesor», sentencia Ferrá i Martorell, que está trabajando en sus dos próximos libros: Whisky a gogó, ambientado en la sala de fiesta del Jonquet, Jack el negro, y otra sobre Cornelio Ático, «el deportista más antiguo que ha habido en Mallorca y que en la época de los gladadiores luchaba en Polentia».