El escritor Antonio Tocornal acaba de publicar el libro de relatos Cadillac Ranch (editorial Sloper) después de varias novelas. Este gaditano residente en Mallorca y licenciado en Bellas Artes ha obtenido importantes galardones literarios. Actualmente, mantiene un servicio de asesoría literaria para autores que empiezan en el mundo de las letras.
Publica Cadillac Ranch después de cuatro novelas. ¿No suele ser al revés? ¿No se comienza con el relato?
—Esa es una creencia generalizada pero errónea. Es mucho más fácil escribir una novela resultona que un relato redondo. Yo soy ante todo cuentista; a veces me salen novelas y soy el primero que se asombra. Suelo escribir algunos relatos mientras trabajo en mis novelas, e incluso hay novelas que han surgido de la ampliación y la combinación de varios cuentos. Para mí no hay diferencia: abordo la escritura de la misma forma con independencia del género.
¿Qué dificultades le supuso enfrentarse a un formato como ese?
—Diría que la principal dificultad, una vez escritos más de ciento cincuenta relatos a lo largo de los diez últimos años, fue seleccionar una quincena capaces de establecer un diálogo entre ellos y construir entre todos una obra coherente y unitaria.
Para el lector que no leyó su libro, ¿cómo lo resumiría?
—Es un catálogo de soledades, de derrotas y de maneras de asumir esas derrotas narradas desde voces muy dispares.
En el libro aparecen citados desde el filósofo Francis Bacon hasta Petrarca. ¿Qué referentes maneja? ¿Qué influencias destacaría de su literatura?
—Esa es una pregunta muy recurrente que aparece en todas las entrevistas y que siempre trato de rehuir, ya que cualquier respuesta sería injusta y engañosa: mis gustos cambian a menudo y no puedo citar a todo aquel que me ha influenciado. Si insiste en que le dé nombres y para no cometer ninguna injusticia hacia los cientos de escritores de los que aprendo cada día, le puedo señalar que me gustaría saber combinar la tensión en la forma de narrar de David Lynch, la lírica de Tarkowsky, y el esteticismo un tanto onírico de Wes Anderson.
Sus novelas obtuvieron importantes premios. ¿Qué opina de los premios literarios? ¿Hacen mejor una novela o son un dique de contención para obras arriesgadas?
—Hay dos tipos de premios literarios: los que convocan las editoriales grandes para promocionar sus propias producciones –a los que yo no tengo acceso– y otros honestos promovidos por instituciones, como los que he tenido la suerte de ir ganando. Para mí solo significan una cosa: una forma digna de publicar acompañada de una remuneración justa. No creo que hagan ni mejor ni peor a una novela; ‘no hay que confundir el arte con el producto comercial aunque a veces puedan coincidir'.
Dentro de sus trabajos relacionados con la literatura, mantiene una asesoría literaria. ¿Qué opina de los talleres de literatura?
—Que igual que hay escuelas de arquitectura o de ingeniería, o academias de danza, de pintura o de fotografía, la literatura tiene unos principios técnicos que son universales, y que ejercitarlos en un taller junto a alguien que lleva ya cierto camino recorrido puede suponer un atajo importante para encontrar un estilo propio, aunque sea yendo en contra de todo lo aprendido.
¿Tiene algún proyecto ahora?
—Seguir improvisando cada día: leer como refugio, luchar contra mis demonios interiores y procurar vencerlos, y seguir observando la vida intentando convencerme de que tiene algún sentido. Si se refiere a proyectos de escritura, siempre que acabo un libro estoy convencido de que será el último. Como llevo publicados unos cuantos, ahora sé que puede que me equivoque. Lo que sí le puedo garantizar es que no publicaré nada que yo encuentre repetitivo con respecto al resto de mis libros; ya se verá.