La conocida historiadora del arte Eugenia Tenenbaum (Santiago de Compostela, 1996) ha inaugurado este jueves en Es Baluard Museu d'Art Contemporani el ciclo de conferencias Art en pantalla, centrado en la historia del arte y la difusión de contenidos artísticos en las redes sociales y demás plataformas digitales.
Su charla se titula Fuentes para una nueva Historia del Arte. ¿A qué se refiere con ‘nueva'?Parto de la base de que el acercamiento mayoritario a la Historia del Arte es muy tradicional y apenas ha variado el último siglo y medio. A pesar de que en los años 60 y 70 se introdujeron nuevas visiones y metodologías, por desgracia continúan vigentes y la población no especializada se acerca al arte desde esa visión tradicional. Por eso, pretendo brindar herramientas para incorporar nuevas miradas.
En su primer libro, La mirada inquieta, habla precisamente de volver a mirar para encontrar obras y autoras que no formaban parte de los libros de texto, aunque ahora es mejor hablar de internet.
Sí, esa idea articula una línea que trabajo en mis últimas ponencias: tenemos un acercamiento relativamente neutral y objetivo que responde a las preguntas del qué, quién, cuándo y dónde, pero nos quedan las dos más importantes que son el cómo y por qué. Todas esas metodologías pretenden variar estas dos últimas cuestiones. No se produce una variación del pasado, sino que se cambia el relato a través del cual nos acercamos a él.
¿Internet ha servido para visibilizar a las mujeres silenciadas o censuradas por la historiografía?
Ojalá mi trabajo y el de las feministas acabara, porque implicaría que hemos conseguido lo que llevamos siglos peleando, pero no tiene pinta de que ocurra pronto. Además, no se trata solamente de reivindicar referentes femeninos, sino plantearnos con qué discursos nos acercamos a los artistas, galeristas, mecenas, etcétera. Tenemos que analizar cómo se vertebran los discursos museísticos y todas las estructuras.
No hay que dar nada por sentado.
Exactamente. No debemos dar nunca nada por sentado nada, siempre hay que preguntarse qué hay más allá y qué cuestiones son invisibilizadas o censuradas directamente.
Ahora no hay excusas.
Efectivamente. Estamos en el mejor momento para que al margen de la academia o de las instituciones se llegue a todas esas cuestiones. Si en los 60 o 70 las profesionales pudieron hacerlo con todas las dificultades de esa época, en la que no existía internet y por tanto no había contenidos digitalizados, o cuando no había contacto entre las profesionales, nosotros no tenemos excusa. Tenemos a nuestro alcance bibliotecas públicas, perfiles de internet, ponencias... Lo que hacen falta son ganas y, sobre todo, que los profesionales facilitemos en la medida de lo posible un acercamiento a nuestra disciplina. Eso es lo que pretendo hacer en Es Baluard: explorar los títulos más importantes que manejé como bibliografía de La mirada inquieta y poner al servicio del público material para que puedan tirar del hilo.
Es una responsabilidad compartida: las historiadoras e investigadoras como usted, pero también el del público que lo recibe. ¿En qué momento estamos ahora?
Nunca el terreno de la divulgación fue tan fértil como es hoy. Gracias a las redes sociales muchísima gente ha descubierto que la Historia del Arte mola que te cagas, que de repente les interesa más, que quieren ir a un museo y entender más, comprar un libro de Historia del Arte o que hay cosas que están bien o mal hechas. Eso es lo más importante de la estrecha relación entre divulgación cultural y redes: que la gente pueda no solo entender la historia, sino disfrutarla. Y, además, que ese disfrute no solo sea estético, sino que implique una comprensión crítica de cuáles son las dinámicas internas que han hecho que la historia del arte sea como es.
Su último libro, Las mujeres detrás de Picasso es un paso más en este sentido. En la entrevista con motivo de su presentación en Palma dijo que «parece que hablar mal de Picasso es hacerlo también de nuestra nación». ¿Es algo que sucede especialmente en España?
Es un problema mundial. Nos hemos acostumbrado tanto a hacer una aproximación biográfica a la historia del arte que seguimos priorizando la persona a la obra, de manera que se siguen dando muchas trabas para poder explorar de manera crítica la obra y la persona, porque se produce una protección constante del ego del artista por encima del poder sensibilizador o crítico dentro de estos análisis sobre sus obras.
Peio H. Riaño publicó Las invisibles centrándose en el Prado, pero seguro que hay muchos otros museos que inivisibilizan a las mujeres. ¿Cómo va Es Baluard en este sentido?
En primer lugar, hay que tener mucho cuidado con él porque es un acosador y agresor sexual y por eso se le echó de Eldiario.es. Esto me sirve para poner sobre la mesa la necesidad de contratar a mujeres feministas para que escriban sobre perspectiva de género y feminismo y no a hombres pseudoaliados que al final abusan de su poder y lo hacen además en nombre del feminismo. Es más interesante que los hombres sigan explorando lo que les queda cerca que es la masculinidad. Al final, hombres como Peio han llegado a sus conclusiones gracias a sus compañeras, a las profesionales de la Historia del Arte y la comunicación de las que aprenden y en la mayoría de los casos no citan. Es pertinente que se contraten a personas que lo sufren en sus carnes y no aquellos que leen libros. Es como si me contrataran para cubrir noticias de migraciones, racismo o colonialismo.
Hay que hablar de lo que se sabe.
Más bien de lo que se vive. Hay espacio en los medios o en las universidades para que sean las personas que han sufrido determinadas opresiones las que puedan hablar y escribir sobre ello. Al fin y al cabo, si son ellos los que continúan haciendo, el monopolio es el mismo de siempre. En cuanto a Es Baluard, es mi primera vez aquí y espero poder tener tiempo de ver la colección. No puedo opinar en este caso. A nivel general, es muy complicado, porque mientras los altos cargos sigan ocupados por el mismo tipo de perfil que en el siglo pasado o anterior y mientras sigan teniendo tanto peso las decisiones que se dan desde los patronatos o las fundaciones de amigos de los museos, los cambios seguirán siendo muy lentos y tortuosos. De ahí la necesidad que desde la ciudadanía se realicen críticas a los museos para que ellos puedan saber qué están haciendo mal o lo que pueden mejorar. A mi parecer, es mucho más fácil cambiar dinámicas en museos estatales o de ciudades que no sean Madrid y Barcelona que en museos de grandes ciudades que son referencias a nivel europeo y mundial precisamente porque el estatus que tienen les está atando mucho más las manos. Los museos menos ‘dinosáuricos' están a la vanguardia y a la cabeza de los cambios.
Es más fácil cambiar las dinámicas de Es Baluard que las del Guggenheim.
Eso es. Y eso es una ocasión maravillosa para que se financien las oportunidades de museos que no estén en las grandes capitales de España, que puedan obtener fondos, que haya un programa de actividades itinerantes... Que se ponga también el foco en ellos, porque España es muy grande, no solo Madrid y Barcelona.
¿Cuáles son sus próximos proyectos?
Me considero muy afortunada porque estos meses tengo mucho trabajo. He estado en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, haciendo visitas guiadas en el Thyssen y ahora estoy inmersa en un proyecto literario. Tengo muchas ganas de volver al ensayo.
¿Qué artista le resulta ahora mismo más interesante?
Con la colonización de Palestina a manos de Israel y, en general, estos contextos horribles y bélicos del norte global, diría que Mona Hatoum. Es una artista que ha sufrido varios exilios. Toda su obra es una expresión muy clara del trauma que causan las limpiezas étnicas. Es una obra de plena actualidad, o debería estar muy presente en las conversaciones de todo el mundo. En España no suele estar expuesta, en el Guggenheim me dijeron que tenían algunas obras en depósito, pero sé que en el IVAM de Valencia le dedicaron una monográfica hace algunos años. Hatoum trabaja con instalaciones que tienen calor y suele sobredimensionar los objetos del hogar. De esta manera, juega con los sentimientos de la poesía visual, pero sus instalaciones son muy hostiles. Explora las tensiones.