Uno de los más ingeniosos escritores de todos los tiempos, Italo Calvino (1923-1985) nació hace justo un siglo. En una de sus obras más oníricas y autobiográfica, tal vez Palomar —la última importante que escribió— pudieron influir las imágenes o fogonazos que fue captando en sus varias estancias en Mallorca y en las que tal vez retuvo con su pluma frugal, detalles melifluos de nuestro paisaje: las olas, la playa, el sol, las tortugas, el silbido del mirlo, la luna de la tarde, las salamanquesas tan propias de nuestras paredes rústicas, etcétera.
El autor de Las cosmicómicas recaló por vez primera en Mallorca gracias a un viaje que le organizó Carlos Barral. Desde Milán, Calvino, voló a Barcelona (24 de mayo 1959) y al día siguiente llegó a Mallorca para acudir al Primer Encuentro Internacional de Novela que organizaba a bombo y platillo Camilo José Cela y en el que participaron escritores de primera línea tanto españoles como extranjeros. Estas muy famosas Converses de Formentor se organizaban en el hotel de dicho nombre y con el dinero de su propietario, Tomeu Buadas, gran amigo de Cela. A algunas de esas intensas charlas asistieron tres genios de las letras italianas: Alberto Moravia, Italo Calvino y el gran editor Giulio Einaudi (cofundador del Premio Formentor), para el que trabajaba Calvino.
Italo se quedó fascinado –lo ha escrito Bárbara Ayuso– por el paisaje de la bahía de Pollença y la playa de Formentor desde donde iba nadando al islote del Geret. Cuatro años, entre 1959 y 1962, acudió el escritor italiano (nacido en La Habana) a los encuentros literarios de Formentor. Pero hete aquí que no le debió caer muy bien su verdadero organizador y casi pagador, Camilo José Cela, y luego destiló su bilis con quien sería el primer premio Nobel estabulado en Mallorca: la crítica del italiano fue por la forma de ser de don Camilo porque da la impresión de que Calvino apena conocía su obra, salvo Pascual Duarte y La colmena.
Calvino trabajaba, gracias a Cesare Pavese, para una de las mejores editoriales del mundo: la de Giulio Eunaldi, que había publicado La familia de Pascual Duarte. Carlos Barral había recomendado a este editor que editara la versión italiana de La colmena. Lo cierto es que Calvino no comprendía lo carpetovetónico de Cela y ya en Italia acusó al futuro Nobel de prepotente. Según él, era un escritor sin nada que decir.
Por otra parte, lo cuenta Franco Mimmi en Mallorca, la isla de los escritores, Einaudi publicó en su editorial un libro titulado Resistencia española y Franco prohibió al editor su entrada en Mallorca, intentando el escritor gallego arreglar el tema y mediar en terrenos muy pantanosos. Desde ese momento, Cela dejó de ser santo de la devoción de Einaudi y Calvino. En realidad, chocaron dos formas distintas de concebir la literatura, la de Calvino, que admiraba a Borges y a Cortázar, y la de un Cela más rotundo y jocundo que admiraba a Quevedo y a Cervantes, aunque era muy amigo de Juan Perucho y de Alvaro Cunqueiro autores en la línea calviniana.