El primer etnomusicólogo moderno de España –y probablemente uno de los primeros en Europa–, crítico de jazz pionero y el autor de la primera obra sinfónica catalana grabada –la Suite Mallorca, estrenada en el Liceu en 1929 y registrada en 1930– debería descansar, como mínimo, en una sepultura digna.
Sin embargo, Baltasar Samper (Palma, 1888 - Ciudad de México, 1966) no solamente no ha tenido esta suerte, sino que su tumba se limita a un montón de piedras en una zona prácticamente abandonada, con una inscripción deplorable en el que ni siquiera su nombre está bien escrito. Es en este final vital y en ese olvido injusto donde Amadeu Corbera (Bunyola, 1985) arranca su tesis doctoral Baltasar Samper, entre dues aïgues: l'art i el compromís. Este trabajo, tutorizado por el historiador Sebastià Serra i Busquets, tomará forma de libro en un futuro, según avanza el propio autor.
«Al ver la tumba en ruinas de un personaje tan importante en los años 20 y 30 entendí qué era lo que tenía que hacer. Me di cuenta de que Samper se había reducido a un puñado de piedras, por lo que tenía que intentar explicar cómo se había llegado a eso y, además, tenía que preguntarme por qué había caído en el olvido, si valía la pena sacarlo de allí o por qué razones se había producido ese proceso de silenciamiento», razona el autor.
Para Corbera, quien instó a la entonces consellera de Cultura Fanny Tur a que adquiriera el fondo documental de Samper, algo que ocurrió en 2018 por valor de 40.000 euros, hay «dos clichés básicos» sobre Samper. «En primer lugar, se ha dicho durante mucho tiempo y todavía sigue circulando en algunas publicaciones que no era un exiliado, que se fue por motivos sentimentales para formar una nueva familia en México. Incluso Massot llegó a afirmar que se había marchado porque su primera mujer era de trato difícil. Así, muchos evitan usar el término exilio, que por supuesto tiene implicaciones políticas», detalla.
«Por otra parte, al ser un compositor nacionalista, en los años cuarenta y cincuenta quedó fuera de los discursos de la modernidad que tanto predominaban aquella época. La cuestión, sin embargo, es que su discurso se enmarcaba en el Noucentisme, no en el nacionalismo. El Noucentisme es una forma política del nacionalismo catalán, pero Samper dista mucho de otros compositores como por ejemplo Enric Granados, que fue profesor suyo», añade.
En este sentido, Corbera insiste en que «Samper era nacionalista políticamente, pero su estilo se inscribía en el Noucentisme, que el franquismo cortó de raíz, igual que todo lo que precedió a la Segunda Guerra Mundial, que quedó descartado».
Sin embargo, el investigador sugiere que el compositor mallorquín hubiera «evolucionado» hacia «estilos diferentes» y, de hecho, lo intentó. «Sus últimas obras son dodecafonías y en ellas se aprecia innovación. Lo que pasa es que en México, donde vivió los últimos 24 años, no encontró un contexto sobre el que crear, tiene que empezar desde cero y no sabe cómo hacerlo. Era tan novecentista que cuando se va se acaba la fórmula», razona.
Por ello, allí sigue dedicándose a la etnomusicología y, «salvando las distancias», continúa con lo que había realizado en Catalunya con el Cançoner popular. Y es que, según subraya Corbera, Samper fue «el primer etnomusicólogo moderno de España y probablemente también uno de los primeros de Europa».
En todo caso, «las últimas obras que compuso fueron tres canciones que envió a Mallorca en 1948 para que las estrenara la Capella Clàssica, la coral que dirigía Joan Maria Tomàs, quien, por cierto, «fue la única persona con la que Samper mantuvo contacto en España, además de su hija», señala.
Novedades
Una de las claves más importantes del trabajo de Corbera es que pone en relación la música y el Noucentisme. «Siempre había la duda de si el Noucentisme tenía una expresión musical, un tema que se había tratado poco y sobre el que he querido profundizar. De esta manera, Samper me sirve de excusa para hablar de ese vínculo a partir de la parte compositiva e institucional, de las entidades que se crean para difundir la música y generar un discurso de país con una visión modernizadora, así como también a partir de los discursos sobre Noucentisme y música. Es ahí donde Samper se perfila como el mejor ejemplo posible, porque fue el crítico más importante de su época y uno de los primeros que habló del jazz», apunta.
Otro aspecto que nunca se había tratado, según Corbera, es el exilio de los músicos catalanes. «Es verdad que hay biografías de músicos exiliados, como es el caso de Pau Casals, pero se ahonda más en su figura como símbolo político. Echaba en falta un estudio sobre el impacto que tuvieron los discursos musicales de artistas exiliados, tanto desde la perspectiva del lugar que dejaron como del territorio en el que llegaron, así como la recepción que tuvieron», avisa Corbera, quien sugiere que, en buena medida, este «proceso de silenciamiento» se debe a que «las figuras del exilio molestan». Así, el hecho de que «el músico más importante de la historia de Mallorca» fuera un «republicano independentista» habría provocado un «innegable» recelo a analizar e investigar su obra.
En el caso de Samper, Corbera se pregunta qué supuso «para la música exiliada, para el propio personaje, cómo funcionó como músico em contacto con el exilio o cómo fue recibido o no aquí, donde se perfiló como una presencia invisible».
«Al final, como dijo un amigo suyo cuando falleció, para los mallorquines fue demasiado catalanista; para los catalanes demasiado mallorquín; para los españoles era un catalán y, para los mexicanos, era asunto de los españoles, así que nadie terminó reivindicándolo», concluye.