A los pies de la Catedral de Mallorca, frente al puesto de información del Parc de la Mar, se va formando un grupo de gente. Algunos ya se saludan –se conocen–, otros se maravillan con los edificios circundantes mientras esperan. El motivo del encuentro es una visita guiada por Palma, durante la cual se presentan a los participantes los edificios más bellos de la época Art Nouveau. El viaje en el tiempo al Modernismo, la variedad catalana del Art Nouveau en España, está dirigido por la guía de habla alemana María Sureda. Su colega Ingrid Flohr y ella organizan juntas desde 2016 «recorridos con historia y leyendas», como describe Flohr sobre estas excursiones culturales que realizan por toda la Isla.
Los city tours de este tipo no sólo son adecuados para que los turistas descubran el destino por primera vez. También pueden sacar a la luz aspectos completamente nuevos. «Durante la preparación de la ruta también he descubierto muchas cosas nuevas que no sabía antes», cuenta María Sureda mientras conduce a los quince participantes en la primera parada de la ruta. Tras sacudirse de la manga información general sobre la época y sus antecedentes, Sureda señala con un dedo extendido un balcón sobre las cabezas de los curiosos oyentes.
Los detalles modernistas de Palma se aprecian, sobre todo, en las fachadas: las formas geométricas se encuentran en barandillas de balcones, relieves de piedra y pilastras. Pero el estilo Art Nouveau francés, con su influencia orgánica de plantas y animales, también adorna la piel exterior de los edificios. «Cuando planifiqué el recorrido, acabé con dolor de cuello de tanto mirar hacia arriba», añade la guía con entusiasmo a la información presentada. Mirar hacia arriba merece la pena. Así que parece apropiado que los participantes lleven calzado cómodo y una chaqueta de abrigo, así como gafas de sol en algunos casos. Y es que, a pesar de las nubes, los rayos del sol se abren paso de vez en cuando y parecen caer sobre los detalles artísticos de las paredes de las casas en el momento justo, poniéndolos en primer plano.
Además de las apasionantes descripciones de los edificios existentes, las anécdotas sobre éstos y sus creadores se cuentan con encanto y brillo en los ojos. María Sureda también lleva fotos, que sostiene para mostrar que en ese lugar hubo una vez un imponente edificio modernista, pero que desde entonces ha sido arrasado o sustituido por una nueva casa. «¿Fue demolido a finales de los 60? Sí, entonces estaba en Palma», se oye murmurar a un hombre ya canoso mientras Sureda diserta sobre el antiguo Teatro Lírico. Una mujer a su lado exclama entusiasmada: «¡Aún he visto el teatro!».
Fiestas
De forma aparentemente casual, mencionan las fiestas mallorquinas, las tradiciones y la peculiar repostería que se puede encontrar en todos los hogares y panaderías de la isla. Una avalancha de información que, gracias a las breves pausas cuando se camina de A a B, primero hay que digerir. «Ese es un punto importante en nuestros recorridos: parar y mirar hacia arriba. Otras visitas suelen limitarse a recorrer la ciudad sin asimilar realmente lo que se ha explicado», dice Ingrid Flohr mientras el grupo se pone de nuevo en marcha. Mientras se dirigen al siguiente destino, Sureda señala otros edificios en las inmediaciones: no se pueden recorrer todos esta tarde.
La última parada es el Museu de Mallorca, que alberga una exposición de cerámica Art Nouveau. El viaje de descubrimiento de dos horas llega a su fin y, mientras Maria Sureda e Ingrid Flohr siguen dando las gracias a los participantes, ya anuncian la próxima visita cultural. Lo que queda son caras de asombro: «Ha sido genial. Caminas por una ciudad que conoces al dedillo y, de repente, ves Palma con ojos completamente distintos.