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Un cuento de terror para abordar el miedo de forma «simpática»

Meritxell Martí y Xavier Salomó, uno de los tándems más reconocidos de la literatura infantil, participan en Tinta Il·lustre

La escritora catalana Meritxell Martí, ayer en Palma. | P. Pellicer

| Palma |

Pippi Calzaslargas, It, El resplandor, Mary Shelley, Edgar Allan Poe, Jurassic Park, Hamlet, Los otros, Las brujas de Roald Dahl, Momo, el monstruo del lago Ness, Pesadilla antes de Navidad, Yubaba de El viaje de Chihiro o los siete enanitos de Blancanieves son algunas de las numerosas referencias que nutren el imaginario de La meravellosa i horripilant casa de la iaia (Combel), el nuevo libro de Meritxell Martí y Xavier Salomó, uno de los tándems más reconocidos de la literatura infantil española con títulos como la colección Mixifú o Sunakay, que acaba de ganar el segundo premio al mejor libro infantil y juvenil editado en 2021 concedido por el Ministerio de Cultura.

La pareja participa en el Tinta Il·lustre, el festival dedicado al álbum ilustrado y al libro infantil que organiza Little Rata. Este viernes, en el Hotel Innside Palma Center, ofrecieron una clase magistral y este sábado, a las 11.30, en el Claustre de Sant Domingo de Inca, realizarán un cuentacuentos. Luego, a las 12.30, en este mismo espacio, se celebrará una firma de ejemplares.

La meravellosa i horrpilant casa de la iaia es un cuento de terror, aunque en un tono «amable y simpático», tal y como lo define Meritxell Martí, que se ocupa del guion, aunque confiesa que a menudo no son conscientes de dónde empieza y termina el trabajo de uno u otro. «Las múltiples referencias que aparecen son de los dos. A veces, Xavi me cuenta una idea que tiene y, si nos gusta a los dos, la convierto en guion. En el caso de que sea yo la que tenga la idea, él se lee mi guion y empieza a dibujar, a narrarlo a través del dibujo», detalla.

Sorpresas

La historia ocurre en una casa de la abuela muy particular, al puro estilo de Villa Villekula, donde vive Pippi Calzaslargas. Una vez dentro, el lector descubrirá miles de detalles, unos más escondidos que otros, algunos de ellos detrás de las solapas, que aluden a películas y libros de terror, como el retrato de Mery Shelley o la alfombra que aparece en el famoso pasillo de El resplandor. Referencias que, lógicamente, serán más reconocibles para el adulto que lea el libro. Sin embargo, también hay otras muchas que no pasarán desapercibidas a la perspicaz vista del pequeño lector, como los siete enanitos o el conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas.

Portada del volumen, editado por Combel.

Que el punto de partida sea la visita a la abuela también es toda una reivindicación por parte de los autores, pues son los abuelos los que a menudo cuentan las mejores historias. Y, además, se trata de una abuela muy culta, con una estantería enorme y libros repartidos por toda la casa. «Es una reivindicación de nuestra cultura, de los libros y las tradiciones. Todo ello con referentes de la literatura y del cine que alimentan el sustrato más cercano al terror. Siempre desde un punto de vista simpático y amable», reconoce.

El desarrollo del cuento se centra en la búsqueda de la propia abuela por parte del nieto, que se pierde por trampillas y puertas secretas hasta que por fin da con ella, que se encuentra preparando pociones, pues es una bruja. El giro final es que el nieto se convierte en hombre lobo. Y, como cada noche de luna llena, juntos salen a dar una vuelta con la escoba voladora.

«De pequeña me daban mucho miedo los hombres lobo, tenía pesadillas con frecuencia. Pero aquí se relata como toda una aventura. El niño no tiene miedo, se divierte. El miedo es algo complicado y quería abordarlo con un sentido del humor inteligente, algo que echo en falta en los libros infantiles», apunta Martí, que ya trabaja en el guion de una segunda parte o continuación, aunque no quiere desvelar si será con los mismos personajes.

Oficio

Por otra parte, la autora lamenta la soledad que envuelve el oficio de la escritura. «Es algo que desarrollas y vas aprendiendo tú sola, por tu cuenta. Los pequeños y los jóvenes no tienen una escuela que les sirva de guía. Así como algunos van a clases de música o de dibujo, también deberían poder ir a clases de escritura. Nadie te da pistas de cómo escribir, de cómo contar la historia que tienes entre manos o incluso qué camino seguir para intentar publicarlo, para conocer el mercado. A su vez, es verdad que hay políticas activas de fomento de la lectura, algo que celebro porque es un bien común, pero encuentro que falta un cuidado hacia los autores», critica.

«Por ejemplo, es muy importante cuidar el lenguaje y la oralidad, algo que he aprendido en los últimos años leyendo libros para mi hijo. También nos sirve de mucha ayuda el feedback que recibimos cuando hacemos presentaciones o firmas de libros», comenta.

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