El tiempo es la gran preocupación de los libreros y escritores ante Sant Jordi. No es para menos, pues es su día más importante del año y una de las principales citas del calendario cultural. Y es en el cielo, una suerte de oráculo, donde se encontraba la respuesta a la pregunta más importante: ¿irá bien este Sant Jordi? Y no precisamente auguraba una buena jornada, pues esta empezó con una amenaza de lluvia cumplida en las primeras horas de la mañana. Hacia el mediodía, la lluvia dio una tregua para alegría de todos, aunque continuaba con rachas de viento molestas. En todo caso, como bien dijo el presidente del Gremi de Llibreters, Àlex Volney (Llibres Ramon Llull) era importante relativizar porque, si algo parece irrefutable, es que el peor Sant Jordi fue el de 2020. Y es que en ese año en el que todo empezó, no hubo Dia del Llibre como tal, sino que se celebró en formato veraniego con el nombre de Llibreries a la Fresca.
Cabe recordar además, que el último SantJordi, en 2021, fue con mascarillas y toque de queda, una imagen que ya parece muy lejana y vieja. El de este sábado, por tanto, fue el Dia del Llibre más ‘normal' –y esa era la idea– desde que estallara la pandemia en 2020. De hecho, en esta Diada hubo más participación que nunca: hasta 30 librerías y más de 200 firmas. Estas últimas se vieron modificadas especialmente durante las primeras horas por culpa de la lluvia, que obligó a los libreros y a los autores a improvisar.
Así, por ejemplo, a las 12.00 horas estaba prevista en el estand de Literanta, en la Plaça de Cort, la firma de ejemplares del volumen de relatos Prova de foc (Balàfia Postals) por parte de cinco de sus ocho autores: Gemma Marchena –redactora de este periódico–, Carme Moreno, Jaume Oliver Ripoll, J. M. Vidal-Illanes y Lourdes Duran. Sin embargo, el mal tiempo obligó a cambiar la ubicación a dentro de Cort, donde precisamente –además de una boda–, se celebraba la presentación del poemario Planeta latent, de Elm Puig (Adia Edicions), Premi Ciutat de Palma Joan Alcover de Poesia. Al final, como dejó de llover, la firma se llevó a cabo donde estaba previsto en un primer momento. No obstante, la lluvia decidió que ya era hora de irse y dio paso al sol y, eso sí, al viento que aleteaba las páginas de los libros como si quisiera invitar a los lectores a adentrarse en sus historias. Y parece que funcionó porque a medida que la tarde avanzaba, el tiempo mejoraba y la gente se animaba.
«Ha habido dos Sant Jordi hoy», explicaba Volney, «el de la mañana, caótico y en el que algunos preguntaban si aplazaríamos; y el de la tarde, que ha ido muy bien y hubiera sido apoteósico sin la lluvia». Y así, los palmesanos, acompañados de muchos turistas y alguna que otra ráfaga ‘levantasolapas', se echaron a la calle para dar rosas y libros. La comitiva política, prevista para la mañana, se aplazó a la tarde y liderada por la presidenta del Govern, Francina Armengol, también se paseó por las paradetes donde charlaron con libreros y editores distendidamente. Armengol, que se regaló los Diarios de Stefan Zweig, señaló había ganas de «volver a la normalidad» y animó a la gente a «comprar y, sobre todo, leer».
Y así transcurrió la tarde, con una tranquila multitud de personas, menor que el año anterior, según muchos libreros, pero que se lanzaron con el mismo ímpetu y sin apenas mascarillas a indagar en las novedades editoriales. Algunos tenderetes, clásicos y curtidos como Embat, Llibres Ramon Llull, Llibres Colom, Ínsula Literària, Dolmen, la NovaEditorial Moll o Rata Corner, valoraban el día en general «como bueno», en el que hubo «de todo», pasando del «diluvio al sol». Otras más recientes como La Salina, que celebraba su primer Sant Jordi, hacía un balance idéntico, pero con la novedad del recién llegado: «El tiempo ha sido muy hostil, pero la gente nos ha dado una cálida acogida», detallaban mientras atendían a una de las colas más largas para cobrar. «Lo bueno del viento es que se lleva las nubes», señalaba algún sabio popular mirando al cielo con un libro nuevo en la mano en el Sant Jordi más normal en años. Frase que, dadas las circunstancias, no puede sonar mejor.