Carmina Massot tiene 87 años y está enferma. Le queda poco tiempo de vida y tiene que escribir un testamento vital para sus sobrinas. Esa necesidad le lleva a revivir un momento muy importante de su vida: su primer gran amor. Era la Barcelona de 1956, ella tenía 24 años, y él se escondía bajo el sobrenombre literario de Moby Dick para ocultar su misión secreta de recuperar un valioso cuadro desaparecido durante la Segunda Guerra Mundial. Este es el argumento de la nueva novela de la reconocida escritora Gemma Lienas (Barcelona, 1951), La vida privada de Carmina Massot (Univers) –en castellano editada por Harper Collins–, que presentó ayer en la librería Lluna de Palma.
Carmina Massot no quiere que sus sobrinas piensen que morirá «sin saber nada de las maravillas del sexo». No estamos acostumbrados a que una mujer mayor hable de sexo.
—No, no lo estamos. Precisamente por ello, además de hablar de cómo afronta la muerte una persona mayor que pierde su autonomía, quería poner de manifiesto que una persona mayor, aunque parece frágil y está arrugadita, no siempre fue así y tiene una experiencia vital que no imaginamos.
Carmina no tiene miedo de morir, sino de estar muerta en vida.
—Efectivamente. Quiere tanto la vida que no la quiere vivir a cualquier precio. Carmina, que no soy yo, respira mi vitalidad y también le he dado mi amor por la vida.
¿Cree que tendemos a idiotizar a los mayores, incluso a tratarlos como niños pequeños?
—Sí, ya lo dice Carmina, ‘soy mayor pero no idiota'. Ahora que está tan de moda hablar de delitos de odio, que por cierto me parece una animalada porque muchas veces no se pretende hacer daño y se produce más por ignorancia y por unos hábitos estereotipados, sería necesario replantearnos cómo tratamos a los mayores. Mantienen sus capacidades aunque el cuerpo no les responda y las ganas de hacer cosas continúan intactas. Claro que hay gente que seguramente no tiene proyectos, pero tal vez no los tenía ni a los 20 años. Es más una cuestión de carácter que no de edad.
El libro tiene una parte de intriga relacionada con la obra de arte expoliada por los nazis.
—Sí, aunque era más una excusa. No he pretendido escribir una novela de espías ni de aventuras, sino poner de relieve lo que vivió la juventud. Está basada en la cotidianidad de la Barcelona de la época, con su sociedad tan autoritaria y estereotipada.
Carmina está decepcionada por como ha cambiado la ciudad. ¿También se siente así?
—Sí, esa parte crítica refleja mi manera de ver cómo se está deteriorando la ciudad, algo que sucede en otros lugares. Mi barrio, el de Gràcia, está lleno de apartamentos turísticos que han cambiado su fisonomía, con toallas en los balcones como si estuvieran en un hotel de playa o con la proliferación de patinetes.
Hace poco publicó otros dos libros, el ensayo Drets fràgils y el libro colectivo Satisfiers, donde participa también, entre otras, la mallorquina LluciaRamis.
—Drets fràgils es un repaso de dónde venimos, quienes somos y qué peligros tenemos ahora, desde el franquismo hasta la actualidad. Lo titulé así porque los derechos de las mujeres siempre han sido frágiles, basta ver lo que sufren las mujeres afganas por culpa de los talibanes.
¿Cuáles son esos peligros de la actualidad?
—Por una parte, la ultraderecha niega que exista la violencia de género y, por otra, desde la izquierda, se lleva el relativismo.Se justifica la ablación de una mujer porque es su cultura, pero se trata de los derechos universales. Todo esto nos lleva a una situación que desvirtúa muchísimo la lucha feminista.
¿Y qué cuenta en Satisfiers?
—Explico desde mi punto de vista y desde la honestidad cómo he vivido la sexualidad. Si las mujeres hubiéramos tenido no más información, sino que hubiera tenido menos peso en nuestra sexualidad las ideas prefijadas que vienen de la sexualidad masculina, nos lo hubiéramos pasado mucho mejor. Ya tengo una edad y contar mi experiencia no me da vergüenza, pero quiero que no solamente sirva a las mujeres de mi generación, sino también a las jóvenes.